Vipassana:
El camino del silencio
Introducción: El silencio interior
Recientemente asistí a un retiro de
silencio, 10 días en los cuales no debía existir ningún tipo de comunicación,
ni verbal, ni escrita, ni por señas. El silencio verbal fue lo de menos, pues
la verdadera intención del retiro era la de llegar al silencio mental, por lo
cual tampoco se podía leer ni sostener una conversación mental con uno mismo. Pero
¿Cómo se logra esto? La propuesta que se nos ofrecía, durante este retiro, era
la meditación Vipassana. Vipassana es
una palabra en Pali (un antiguo idioma Hindú) que significa algo así como
“Visión de la verdadera naturaleza de la realidad”. La técnica de meditación Vipassana fue
desarrollada por Gautama Buda, como una vía de conocer de manera directa,
dentro del propio cuerpo, la realidad tal y como es. De esta enseñanza,
muchos de sus discípulos la fueron modificando y tergiversando para crear
muchas otras técnicas, alterando así la enseñanza pura. Vipassana es la técnica
tal y como era en los tiempos de buda, conservada y transmitida de manera
estricta de maestro a discípulo, mantenida en secreto desde hace más de 2500
años, hasta que fue liberada al público alrededor de 1960. Desde ese entonces,
una asociación civil se ha encargado de difundir esta técnica de manera
gratuita y voluntaria a todo aquel que desee conocer la realidad “tal y como
es”.
1.- La realidad “tal y como es”
Habiendo yo estudiado la filosofía,
conociendo muchas doctrinas y visiones de la realidad, me pareció que dicho
nombre, el de la “visión de la verdadera naturaleza de la realidad” era
bastante pretensioso, pues de hecho todas las filosofías sostienen poseer la
“verdad absoluta”. ¿Por qué suponer que ésta
filosofía poseía la verdadera verdad?
Por supuesto, uno no puede rechazar una oferta tan interesante, por lo que
habría que comprobar si verdaderamente
este era el camino hacia la verdad. Decidí darle una oportunidad y experimentar
esta técnica de meditación Vipassana. De hecho, una de las bases de éste
camino, es la idea de que la no es algo que se racionalice o que
se transmita de manera intelectual. No, para la meditación Vipassana, uno tiene
que experimentar de manera directa, clara
y concisa (tal como lo hubiera querido Descartes[1])
la verdadera naturaleza de la realidad dentro del marco del propio cuerpo. En
otras palabras, la se tiene que vivir desde adentro, solamente cuando uno experimenta la verdad,
puede decir que la conoce y es real. De otra manera, tan sólo es una
especulación.
Durante estos 10 días del retiro, fui
experimentando poco a poco el quebrantamiento de mi mente, de mi mundo, de mi
yo. Sostener la atención de cada respirar exige un gran nivel de concentración,
pues regularmente no nos podemos concentrar en algo más de 5 o 6 segundos. Por
ello, los primeros 3 días fueron un entrenamiento para desarrollar la
unidireccionalidad de la mente, mantenerse concentrado en la respiración
durante un largo período de tiempo. Esto es tan sólo para agudizar la mente,
para que los siguientes días uno pueda inspeccionar de manera exhaustiva todas
las sensaciones del cuerpo. En el cuarto día se nos enseña la técnica,
practicamos por primera vez la meditación Vipassana, y experimentamos un
acontecimiento interno de lo más intenso. El momento en el que la conciencia se
disocia por algunos momentos del , es como si de pronto se hubiesen
derrumbado todas las paredes que creías que te contenían y te conformaban. Uno
literalmente se disuelve por unos breves instantes con el universo entero, con
ese río siempre cambiante, impermanente, de la realidad. Por tan sólo un
instante, la mente se olvida del tiempo y del espacio, el enmudece y
el universo habla.
2.- La ilusión egoica y el mundo como narrativa
En nuestra mente acontecen instante pensamientos
que nos describen la realidad. Pensamientos que nos dicen cosas acerca de
nosotros mismos y convierten en discurso a esa narrativa del . “Yo
soy esto”, “A mí (mi yo) me gusta esto” “Yo odio tal cosa” “Yo soy bello,
inteligente, cruel, perfecto, horrible, santo, etc.” El Yo se narra a sí mismo,
describe cómo es y cómo es el mundo que le rodea. Toda esta narrativa interna
es producto de ese flujo lingüístico que es la mente. El mundo, al igual que el
, es una especie de narrativa, una ilusión discursiva que enmarca la
experiencia de cada instante, para contarnos una historia de nosotros mismos,
de quiénes somos, qué estamos haciendo, qué nos gusta, qué nos disgusta, etc.
Al parar por un instante la mente, al
entrar en el silencio absoluto, se deshacen los límites del y
accedemos a esa realidad profunda, el eterno devenir que nos arrastra instante
tras instante. Ya decía el filósofo alemán Immanuel Kant, que el tiempo y el
espacio están contenidos dentro del sujeto, y el es esa unidad
sintética conformada por secuencia y espacialidad.[2]
En otras palabras, el mundo como tal no existe más que en nuestra mente.
Incluso, el mismo es también una ilusión, una narrativa de la mente,
que es tan sólo un proceso natural del devenir. Ésta es la realidad que uno
experimenta por sí mismo cuando se alcanzan los niveles profundos de la
meditación Vipassana.
3.- Estados alterados de conciencia y la unión con el .
La “verdad” conocida a través de la
meditación, no es una verdad intelectual, o una creencia devocional. Dicha
realidad es experimentada empíricamente por uno mismo, se produce un
entendimiento profundo que es muy difícil de traducir en palabras. Esta
experiencia es sin duda la misma experiencia de la que relatan los místicos de
todas las tradiciones. En términos filosóficos, se le conoce como una
, y este fenómeno ha sido estudiado a fondo por
muchos autores y en particular, Juan Martin Velasco, un fenomenólogo que nos
habla de la experiencia mística como “una experiencia radical,
idéntica en todas las religiones y que constituiría su núcleo esencial: la
experiencias de un contacto directo, de unión estrecha, del hombre con la
verdadera realidad, representada bajo formas diferentes como lo Absoluto, lo
Divino, el Uno, el Brahman, por las diferentes doctrinas religiosas o
teológicas. Esa experiencia constituiría la esencia de la mística que la
comparación de los diferentes fenómenos místicos permitiría captar con
facilidad”[3]
O bien, podríamos examinar las investigaciones del psiquiatra Stanilav Grof,
quien conduce estudios acerca de la consciencia y las substancias psicodélicas,
especialmente el LSD, que según Grof, puede llevar a estados alterados de
consciencia en el que se trasciende la individualidad y la consciencia
ordinaria se sumerge en lo que Grof llama “Mente Universal” y que “al
identificarse con la consciencia de la Mente universal el individuo siente que
ha alcanzado la realidad subyacente en todas las realidades y se ve ante el
principio fundamental y supremo que representa la totalidad del ser. (…) La
comunicación verbal y la estructura simbólica de nuestro lenguaje cotidiano se
muestran como medios ridículamente inadecuados para captar y transmitir su
naturaleza y cualidad.” [4] En fin,
esta es una experiencia de disolución de las fronteras del yo y de inmersión en
aquello que Freud describió como “Sentimiento Oceánico[5]”
en el cual la consciencia se identifica con el todo.
Siendo yo un
psiconauta[6]
experimentado, he experimentado innumerables veces con distintas sustancias
psicodélicas, tales como el LSD, el Peyote, la Salvia, los Hongos, el DMT, etc.
Todo esto me ha servido como diversas vías de auto-conocimiento, llaves que me
permiten la apertura de las puertas de la percepción (Aldous Huxley) y me
permiten cartografiar los linderos de la conciencia. Ciertamente son
herramientas muy útiles, sabiéndolas tratar adecuadamente. Sin embargo, el
estado de conciencia al que te da acceso la meditación Vipassana, aunque requiere
mucho más esfuerzo y dedicación, se presenta con mucha mayor claridad y
control. La conciencia acrecentada que se adquiere por medio de los
psicodélicos, aunque es bastante profunda y benéfica, se disuelve de manera
rápida y nos vemos arrastrados a los circuitos regulares de la conciencia
normalizada. En cambio, la meditación Vipassana nos educa a habitar
perpetuamente en dichos estados profundos de la conciencia acrecentada, nos
enseña a inducir estos estados de trance de manera voluntaria, controlada, y
sostenerla instante tras instante, día tras día.
Conclusión:
Sé que muchos de mis amigos y
conocidos que leerán esta nota son asiduos psiconautas, exploradores de la
divinidad interna, viajeros de los diversos senderos espirituales. A todos
ustedes, les digo desde lo más profundo de mi ser, que esta técnica les será de
mucha ayuda, les proveerá de una claridad mental como nunca antes, pues aunque
la experiencia implica bastante esfuerzo y dedicación, la recompensa es de lo
más valioso. ¿Qué son tan sólo unos cuantos días de silencio y meditación
comparados con la libertad para dirigirnos hacia lo sagrado y lo infinito?
Denle una oportunidad a esta maravillosa técnica, una herramienta de
iluminación que nos ha heredado Gautama Buda. Estoy seguro que si lo
experimentan por ustedes mismos, abrirán una ventana hacia la eternidad que los
guiará en sus propios caminos. Que la iluminación sea con ustedes.
Post Data.
Si quieres inscribirse para los
próximos retiros, que son enteramente gratuitos, pueden checar las siguientes
fechas en la siguiente página:
Los retiros se hacen una o dos veces
al año, en fechas de vacaciones, como semana santa, año nuevo y vacaciones de
verano. Estén al pendiente de las convocatorias.
[1]
Meditaciones Metafísica, Discurso del Método.
[2] Crítica
de la Razón Pura.
[3] VELASCO,
Juan Martin. El fenómeno Místico, Ed.
Trolla, Madrid, 2003. p 36
[4]
GROF, Stalinav. Dominios del inconsciente
humano: observaciones a partir de la investigación con lsd. Ed. Kairos,
2008. P. 142
[5]
FREUD, Sigmund. El malestar en la
cultura.
[6]
Del griego que significa Alma y que significa
navegante. Un psiconauta es alguien que navega el alma, la mente, la
conciencia, mediante distintos métodos, y experimenta con su propia consciencia
para conocerse a sí mismo.
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