Sunday, July 27, 2014

Aura Torres y el Laberinto Infinito: “Un análisis estético-ontológico a través de los sueños filosóficos de Gastón Bachelard”




Aura Torres y el Laberinto Infinito:
“Un análisis estético-ontológico a través de los sueños filosóficos de Gastón Bachelard”

Este ensayo es una unidad compuesta por dos partes principales, la primera aborda la postura estética-ontológica del filósofo francés Gastón Bachelard, sus conceptos clave y una breve explicación de su concepción de la realidad. La segunda parte, versa sobre un análisis realizado a algunas piezas  de la exposición “Polauridades Transversales” de la obra artística de Aura Torres (La Extranjera), mediante los conceptos de ensoñación, imaginación cósmica e instante.

Gastón Bachelard: el soñador de mundos.

1.- Intuición del Instante 

Uno de los conceptos fundamentales para entender la postura de Bachelard, es la intuición del instante, ya que Bachelard, al igual que Henri Bergson, concibe al universo como en un constante devenir, cuya única realidad es el instante, pues pasado y futuro, son abstracciones acumuladas en el intelecto, en la capacidad reflexiva del ser humano, la razón que divide el tiempo, lo secciona. Rosario Herrera Guido nos explica esta postura, nos dice que “Bachelard sostiene que el instante es la soledad de los otros y de nosotros. El tiempo es conciencia de soledad.”[1] Por esto, el hombre se encuentra en pugna por trascender ese cerco de soledad, romper el aislamiento, por lo que el artista y el poeta buscan crear las condiciones necesarias para transportar al espectador hacia esa intuición del instante “a través de las imágenes poéticas (que nos liberan de la historia y la memoria)”[2] y nos devuelven al instante purificado y es ahí donde nace el goce estético.

2.- Imaginación Cósmica

 El instante eterno, la condensación absoluta del cosmos, es una fuerza en constante movimiento, un devenir que nunca cesa de crear,  es una evolución creativa, como nos diría Bergson.  Su creación es una creación que fluye hacia el mundo, transformándolo, dotándolo incesantemente de nuevos sentidos. Esta es la Imaginación Cósmica de la que nos habla Bachelard, esa misma fuerza imaginante es lo que permite la creación en todos los sentidos, de ella se sirven los artistas, que al canalizar esta fuerza dinamizante, captan la energía creativa, significado naciente y lo traducen en imagen, en obra de arte. “La imaginación cósmica desplegada en la tierra y mundo, no es un conjunto de imágenes, restos de la percepción o la memoria, sino la creación de nuevos sentidos de los arquetipos que devela y crea.”[3] Por ello mismo, las imágenes captadas desde esta imaginación cósmica extraen nuevos significados, imbuye en los objetos nuevas perspectivas, innovaciones lúdicas que despiertan la imaginación en el espectador y lo invitan a poetizar, a construir un mundo propio, a desmantelar el reino de lo subjetivo. “Recibimos pues, una experiencia del mundo gracias a la cosmicidad de una imagen; la ensoñación cósmica nos hace habitar un mundo.”

3.- Ensoñación Poética
 
En la canalización de esta imaginación cósmica, es en donde reside la función del arte, que se sirve de ésta, como una facultad fundamental en la construcción del sentido para el hombre, misma que halla su expresión más pura en las obras de arte. Como tal, la obra de arte surge en el contacto del artista con aquella realidad profunda del instante. Un artista es un mediador, un conductor de los flujos creativos incesantes de la imaginación cósmica. Gastón Bachelard nos habla de la  Ensoñación cuando se refiere a este proceso. Ensoñar es estar en contacto con la fuerza creadora de la imaginación, recibir la inspiración que penetra como una especie de locura divina, creación dinámica. Aunque Bachelard aborda la ensoñación dese la creación poética, podemos entender también que toda obra de arte es de corte poético, en el sentido en el que toma la percepción de lo concreto, lo real y lo transmuta en una nueva presentación que lo carga con un nuevo significado, así pues “El sueño y el ensueño nos curan del espanto ante un universo mudo. La palabra poética, gracias al goce estético, nos sana de los sobresaltos de lo real.”[4] El artista produce una imagen preñada de sentidos emergentes, pero que, a diferencia de la poesía, no utiliza la palabra, sino la imagen, el acto, la pieza. Podemos entonces entender al artista como un poeta y viceversa. La función del poeta, al igual que el artista, es dotar de nuevos significados a la realidad, por sí misma carente de sentido y por medio de su obra, despertar el flujo creativo de la imaginación cósmica en los sujetos.

4.- Soñador de Mundos

El mundo no es una realidad absoluta, una objetividad concreta, una entidad que nada tiene que ver con los sujetos que lo habitan. Al contrario, nos diría Bachelard, el mundo es siempre un mundo de palabras, un mundo de significados, de multiplicidad de percepciones, en resumen: el mundo es mí mundo. Ante la objetiva realidad desapegada, el sujeto construye redes de significaciones, esperanzas, ideales, ensoñaciones. El objeto es siempre el sueño de un sujeto y su capacidad de soñar es equivalente a la inmensidad de su mundo. “Los límites del mundo, son los límites de mi lenguaje” nos recuerda Wittgenstein[5] y Bachelard nos insta entonces a ensanchar nuestro mundo por medio de la ensoñación poética. “Un mundo se forma en nuestra ensoñación, un mundo que es nuestro mundo. Y ese mundo soñado nos enseña posibilidades de crecimiento de nuestro ser en este universo que es el nuestro. En todo universo soñado hay futurismo[6] Así, la obra de arte adquiere su valor en su capacidad de despertar por medio de su ensueño, la ensoñación del otro, conectarlo con la intuición que le haga captar al espectador su realidad más profunda, su conexión con la imaginación cósmica, recordarle de su capacidad demiurgica de creación e invitarlo a construir su propio cosmos. 

Aura Torres y el laberinto infinito

Podemos afirmar que donde surge el arte hay un torrente de la imaginación cósmica tratando de desenvolverse en el mundo, dotándolo siempre de nuevos significados, transformando la vida de los hombres hacia la contemplación de nuevos horizontes. Cada ciudad posee un inconsciente colectivo, de donde emanan las obras de arte, de la mano de los artistas locales, que penetran en el instante eterno y plasman sus ensueños en su obra. Aura Patricia Torres Ontiveros (La Extranjera), residente de la ciudad de Monterrey, es sin duda una de las artistas más lúcidas en este proceso creativo de canalización de la imaginación cósmica.  Debido a que sus obras nos dirigen al proceso mismo de construcción de significados, de la envoltura del sentido con la que recubrimos el mundo para poder habitarlo. Muestra de ello, es su proyecto “Polauridades Transversales”, título que sugiere el cruce de dos polaridades, dos aspectos de un mismo ser que irradian un aura de conciencia que penetra en el otro, un yó en contacto con un no-yo, sujeto y objeto que se miran mutuamente, el soñador y su mundo. Dicho proyecto artístico que consta varias series de obras, fue exhibida en una galería de San Pedro. Tan sólo analizaremos tres de las piezas de las diversas series que se presentaron en la exposición.

1.- Todas las palabras del hombre

Entramos entonces a la contemplación de nuestra primera obra, titulada “Todas las palabras del hombre”, que consiste en un arte-objeto, un libro compuesto por los recortes de algunas frases y palabras de otros libros. Inmediatamente podemos reconocer la manifestación de esta necesidad íntima del ser humano por revelar sentidos. Podemos leer en un fragmento de dicho libro una de las descripciones auto-referentes de la obra:

Dicen que era un libro y un laberinto
Trozos de palabras, significados dispersos, reunidos en un solo libro, conglomerados para que por medio de la ensoñación emerge en el espectador un torrente de significados, mismos que él mismo tendrá que tejer, unir los fragmentos con su ensoñación, para permitirle volar en este primer ejercicio de desenvolvimiento de sentido. Porque la fragmentación nos obliga a reunir las partes, en esa reunión estaremos creando un Todo, y por lo tanto a desplegar nuestra imaginación en el acto creador de sentido. Para Bachelard, el valor de la obra consiste en despertar esa voluntad poética, pues “la voluntad poética es sentido naciente que en cada nuevo libro nos enseña a soñar de otro modo. (…) La imaginación envuelve la percepción sensible y la desborda como voluntad poética y musical de lo humano. ”[7] Tomo tan solo algunos fragmentos de palabras de este libro: 

Este drama observaba las unidades de tiempo
En palabras, y las palabras pueden reunirse
…Mi voz humana era
Una porción de días.
(…)
A la realidad le gustan las simetrías
-La palabra Ajedrez

No podemos dejar de admirar la lucidez con la que el proceso creativo se vuelve consciente de sí mismo en esta pieza, el espectador se encuentra impelido a desatar sus fantasías, re-ordenar las palabras y generar un sentido propio, un sentido humano.

¿Quién eres Tú?
¡Yo no sé quién eres Tú
yo soy
toda la humanidad
las fuerzas que moldearon el universo
¿Eres tú el Universo Mismo?
Quizá no entiendas mis palabras
-¿Y si la historia de esta noche fuera un simulacro?

Sin duda este es un pasaje que nos estimula a pensar en el instante, aquél instante en el que Bachelard concibe la reunión infinita de la totalidad en el instante. El ser total no se puede desplegar en su plenitud en el tiempo aislado, el tiempo secuencial, sino que se condensa sólo en ese instante en el que todos somos todo. “Como la duración humana es continuidad, instante y condensación de la historia vivida, el olvido no existe, el presente está pleno de pasado y futuro. A pesar de que no tenemos presentes todos los recuerdos, permanecen en nuestro ser total.”[8] Por ello, Aura, en su ensoñación de palabras nos dice que:

A la tentación de dramatizar…
Pensar es olvidar
Dormir es distraerse del mundo

Aura Torres nos ofrece este laberinto de palabras, piezas de un rompecabezas infinito y dinámico. Mediante su ensueño, nos llama a la memoria, al recuerdo del no-tiempo, al tejido cósmico de la creación de significados al cual todos podemos acceder por medio de la palabra, anamnesis de ese instante de soledad eterna, reunión de las polaridades, olvido de la separación.

El Verbo, cuando fue hecho carne, paso - de la ubicuidad al espacio
De la eternidad a la historia, - de la dicha sin límites a la mutación;
Verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra
Miraba sin ver, oía sin oír, se olvidaba de todo,
Su propia cara en el espejo,
Me recuerda a otro que tú y yo quisiéramos olvidar
Me parece ser un hombre – con los ojos – contaminados – de – tiempo,

Podemos concluir de esta pieza que es una suerte de hechizo, una ordenada secuencia de palabras que detonan imaginaciones, mundos, espejos, con el fin de llevarnos a la disolución de nuestras ataduras racionales, a la muerte del tiempo de soledad.

El crecimiento – no sirve sin un renacimiento interior y espiritual

Pues a la inevitable recurrencia de la muerte, hay que responder con un renacimiento perpetuo. Este es el poder mágico de la ensoñación de esta pieza, que nos envuelve en una actividad creadora, pues como nos dice Bachelard: “únicamente los poemas pueden presentar al día las fuerzas ocultas de la vida espiritual. (…) Todas las imágenes verdaderamente poéticas tienen un aire de operación espiritual.”[9]

2.- Objeta de mi ego
 
Nuestra segunda obra para analizar, es más bien una acción, un performance, en el que la artista Aura Torres sale con una serie de máscaras, una tras otra, sostenidas por un tubo que se sujeta a la cabeza de Aura, de la misma manera está envuelta en un montón de ropajes, uno encima del otro, y también envolviendo su cuerpo, un plástico transparente, como envoltura de objetos de consumo masificado. Esta pieza-acción nos habla del recubrimiento desmedido de significantes tras significantes, de ensoñaciones añejas que se han vuelto demasiado pesadas sostenerlas todas en un mismo ser. Para adaptarnos a un entorno de significación perteneciente a la otredad, la realidad de consenso, sujeta al tiempo social, nos recubrimos con máscaras, con identificaciones falsas de nosotros mismos, soñamos otredades que coleccionamos como cáscaras de nuestra piel y nuestro cuerpo de envuelve de ficciones. Para Bachelard, es una necesidad humana el recubrir con telarañas de significado todo lo que está a nuestro alrededor, “no podemos evitar disfrazar el mundo; nuestro ser imaginario recubre el objeto hasta transfigurarlo, gracias a esa mirada amorosa que hace del sujeto un labrador de imágenes poéticas y musicales.”[10] Pero al acumular estos rostros que cantan simpatías con mundos que no son nuestros, se nos oculta nuestra propia alma, agoniza dentro del asfixiante recubrimiento de formas, de disfraces. En este arte-acción, observamos cómo Aura se desenvuelve poco a poco, se va soltando de todas las ropas que la ensombrecen, y en su acto, nos habla en el lenguaje de los sueños, en la onírica presencia de las imágenes en movimiento y en ello radica el poder liberador de su obra, en hablar directamente hacia nuestros sueños, habitar nuestras fantasía y llevarnos hasta las profundidades de lo inconsciente, puesto que “la vida onírica es tanto más pura cuanto más nos libera de la opresión de las formas, y que nos devuelve a la sustancia y a la vida de nuestro propio elemento.”[11] En el desprendimiento de estas máscaras opresoras de nuestra alma, nos renovamos en nuestra capacidad ensoñadora, por lo que el acto es ya una fantasía viva, imaginación de la que nuestra conciencia como espectadores se apropia y la convierte en imagen vibrante, en ensueño naciente, alquimia espiritual que nos inspira a soltarnos hacia nuestra crisálida. Para volar con esta pintura encarnada y dinamizada, habremos de soltar, como nos muestra Aura, todos nuestros más viciados personajes. Diremos entonces con Bachelard: “¡Arroja al abismo lo más pesado que tengas! / ¡Olvida, hombre! / ¡Hombre olvida! / Si quieres elevarte, / si deseas encontrarte a gusto en las alturas, / ¡arroja al mar lo más pesado que tengas!”[12]

3.- Vacío para generar infinitos 
           
La tercera obra que analizaremos, es una instalación que consiste en un cubo de madera  suspendido en el aire, colgando del techo. Debajo de dicho cubo hay unas escaleras que nos conducen hacia adentro del cubo, escaleras hechas para que solamente pueda entrar un espectador a la vez. En el interior del cubo hay completa oscuridad en un primer momento, y tan sólo la luz suficiente para percibir unas instrucciones escritas en letras fluorescentes y dice:

·         1.-Busque el fuego en este interior
·         2.-Encienda su luz
·         3.-Note: que Dios está aquí
·         4.- Dele a otro la oportunidad de descubrir(se) (apaga el fuego)

A los lados, se puede encontrar una veladora y unos cerillos, y tras encender la veladora, se revela el cubo cubierto de espejos que provocan inmediatamente un efecto de infinito, imagen que se refleja sobre imagen que se refleja sobre otra imagen ad infinitum. En cada espejo vienen inscritas algunas palabras. Se puede leer “Dios dijo hágase la luz y la luz se hizo para poder ver y hacer real a la palabra” en el espejo contrario a las instrucciones, pero también leemos “Nada:” y “Todo:” a la izquierda y la derecha respectivamente. En el espejo de arriba, se puede leer: “Somos infinitos imaginantes”.

Esta es mi pieza favorita, debido a sus profundas implicaciones teológicas, que ponen al espectador en soledad con su reflejo infinito, con su divinidad revelada en el instante de la contemplación. En esta interminable soledad que se contempla desde infinitas perspectivas, el espectador se puede ver transportado a la dimensión más profunda de su ser, a la misma fuente de la imaginación cósmica. “En el reino de la imaginación el infinito es la región donde aquélla se afirma como imaginación pura, donde está libre y sola, vencida y vencedora, orgullosa y temblando.”[13] Y es en esa suspensión instantánea de la memoria, en el olvido súbito de toda historia, que el espectador se sabe sólo con el universo, sólo con su infinita soledad que le refleja el estado primigenio de su alma, un alma multiplicada al infinito, una sola divinidad contemplándose en infinitas máscaras. El reflejo infinito nos provoca con imágenes de lo divino, “las imágenes cósmicas pertenecen al alma, al alma solitaria, al principio de toda soledad. Las ideas se afinan y se multiplican en el comercio de los espíritus. Las imágenes realizan en su esplendor una muy simple comunión de las almas.”[14] Una conciencia que se conoce divina al momento de saberse creadora de su propia imagen, multiplicando su propio ser. “Somos infinitos imaginantes” nos recuerda La Extranjera, y en ese instante nos convertimos en el reflejo vivo de la imaginación cósmica, de la inmanencia de un Dios que se recrea con cada imagen, con cada sueño. Este es el truco de la obra, que nos revela aquella infinita realidad de nuestro ser en un solo instante, al prender la vela nos penetra de manera inmediata la imagen de nuestra eternidad recuperada. “En tanto que los pensadores que reconstruyen un mundo recorren un largo camino de reflexión, la imagen cósmica es inmediata. Nos da el todo antes que las partes.”[15]

Conclusión: Los infinitos laberintos de la extranjera

Toda obra de arte puede ser reconocida como tal por el aura que emite, esa estela de ensoñación que nos transmite y nos encanta, nos traslada a los reinos de la imaginación, en donde retomamos nuestro papel como creadores activos de la realidad eternamente naciente. Soñamos mundos llenos de sentido cuando una obra de arte nos despierta a la cósmica imaginación de nuestras vidas. Nos dice Bachelard que “los grandes poetas nos enseñan a soñar, nos nutren con imágenes con las cuales podemos concentrar nuestras ensoñaciones de descanso. Nos ofrecen sus imágenes psicotrópicas con las que animamos un onirismo despierto.”[16] Y Aura Torres, extranjera en estos desiertos de realidades, es en definitiva una poeta, una hechicera de imágenes, que transmuta la realidad al volverse consciente de su ensoñación y que nos comparte sus caminos, sus viajes imaginarios, para invitarnos caminar por los senderos de la imagen, volvernos extranjeros de nuestros propios rostros, y volvernos creadores de nosotros mismos, recuperar nuestra divina cualidad soñadora de mundos. Aura Torres, La Extranjera, nos invita a recorrer los infinitos laberintos de significaciones, a perdernos en el tiempo de la soledad divina y a reconstruir nuestro mundo con las imágenes oníricas de nuestra imaginación.



[1] GUIDO, Rosario Herrera. Bachelard: una poética musical. P. 173
[2] Ibid. P. 173
[3] Ibid. P. 174
[4] Ibid. P. 180
[5] WITTGENSTEIN, Ludwig – Tractatus Logicus-Philosophicus. P. 5.6
[6] BACHELARD, Gastón. La poética de la ensoñación. Ed. Fondo de Cultura Económica, 2011. P. 20
[7] Ibíd. P. 175
[8] GUIDO, Rosario Herrera. Bachelard: una poética musical. P. 172
[9] Ibid. P. 56
[10] Ibid. P. 176
[11] BACHELARd, Gaston. El Aire y los sueños. Fondo de cultura económica, 2012. P. 39
[12] GUIDO, Rosario Herrera. Bachelard: una poética musical. P. 185
[13] BACHELARd, Gastón. El Aire y los sueños. Fondo de cultura económica, 2012. P. 15
[14] BACHELARD, Gastón. La poética de la ensoñación. Ed. Fondo de Cultura Económica, 2011. P. 31
[15] Ibid. P.  262
[16] Ibid. P. 238

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