Aura Torres y el
Laberinto Infinito:
“Un análisis
estético-ontológico a través de los sueños filosóficos de Gastón Bachelard”
Este ensayo es una unidad
compuesta por dos partes principales, la primera aborda la postura
estética-ontológica del filósofo francés Gastón Bachelard, sus conceptos clave
y una breve explicación de su concepción de la realidad. La segunda parte,
versa sobre un análisis realizado a algunas piezas de la exposición “Polauridades Transversales”
de la obra artística de Aura Torres (La Extranjera), mediante los conceptos de ensoñación, imaginación cósmica e instante.
Gastón Bachelard: el soñador de mundos.
1.- Intuición del Instante
Uno de los conceptos
fundamentales para entender la postura de Bachelard, es la intuición del instante,
ya que Bachelard, al igual que Henri Bergson, concibe al universo como en un
constante devenir, cuya única realidad es el instante, pues pasado y futuro,
son abstracciones acumuladas en el intelecto, en la capacidad reflexiva del ser
humano, la razón que divide el tiempo, lo secciona. Rosario Herrera Guido nos
explica esta postura, nos dice que “Bachelard sostiene que el instante es la
soledad de los otros y de nosotros. El tiempo es conciencia de soledad.”[1]
Por esto, el hombre se encuentra en pugna por trascender ese cerco de soledad,
romper el aislamiento, por lo que el artista y el poeta buscan crear las
condiciones necesarias para transportar al espectador hacia esa intuición del
instante “a través de las imágenes poéticas (que nos liberan de la historia y
la memoria)”[2] y
nos devuelven al instante purificado y es ahí donde nace el goce estético.
2.- Imaginación Cósmica
El instante eterno, la condensación
absoluta del cosmos, es una fuerza en constante movimiento, un devenir que
nunca cesa de crear, es una evolución
creativa, como nos diría Bergson. Su
creación es una creación que fluye hacia el mundo, transformándolo, dotándolo
incesantemente de nuevos sentidos. Esta es la Imaginación Cósmica de la que nos habla Bachelard, esa misma fuerza
imaginante es lo que permite la creación en todos los sentidos, de ella se
sirven los artistas, que al canalizar esta fuerza dinamizante, captan la
energía creativa, significado naciente y lo traducen en imagen, en obra de
arte. “La imaginación cósmica desplegada en la tierra y mundo, no es un
conjunto de imágenes, restos de la percepción o la memoria, sino la creación de
nuevos sentidos de los arquetipos que devela y crea.”[3]
Por ello mismo, las imágenes captadas desde esta imaginación cósmica extraen
nuevos significados, imbuye en los objetos nuevas perspectivas, innovaciones
lúdicas que despiertan la imaginación en el espectador y lo invitan a poetizar,
a construir un mundo propio, a desmantelar el reino de lo subjetivo. “Recibimos
pues, una experiencia del mundo gracias a la cosmicidad de una imagen; la
ensoñación cósmica nos hace habitar un mundo.”
3.- Ensoñación Poética
En la canalización de esta
imaginación cósmica, es en donde reside la función del arte, que se sirve de
ésta, como una facultad fundamental en la construcción del sentido para el
hombre, misma que halla su expresión más pura en las obras de arte. Como tal,
la obra de arte surge en el contacto del artista con aquella realidad profunda
del instante. Un artista es un mediador, un conductor de los flujos creativos
incesantes de la imaginación cósmica. Gastón Bachelard nos habla de la Ensoñación cuando se refiere a este
proceso. Ensoñar es estar en contacto con la fuerza creadora de
la imaginación, recibir la inspiración que penetra como una especie de locura
divina, creación dinámica. Aunque Bachelard aborda la ensoñación dese la
creación poética, podemos entender también que toda obra de arte es de corte
poético, en el sentido en el que toma la percepción de lo concreto, lo real y
lo transmuta en una nueva presentación que lo carga con un nuevo significado,
así pues “El sueño y el
ensueño nos curan del espanto ante un universo mudo. La palabra poética,
gracias al goce estético, nos sana de los sobresaltos de lo real.”[4]
El artista produce una imagen preñada de sentidos emergentes, pero que, a diferencia
de la poesía, no utiliza la palabra, sino la imagen, el acto, la pieza. Podemos
entonces entender al artista como un poeta y viceversa. La función del poeta,
al igual que el artista, es dotar de nuevos significados a la realidad, por sí
misma carente de sentido y por medio de su obra, despertar el flujo creativo de
la imaginación cósmica en los sujetos.
4.- Soñador de Mundos
El mundo no es una realidad
absoluta, una objetividad concreta, una entidad que nada tiene que ver con los
sujetos que lo habitan. Al contrario, nos diría Bachelard, el mundo es siempre
un mundo de palabras, un mundo de significados, de multiplicidad de
percepciones, en resumen: el mundo es mí mundo. Ante la objetiva realidad
desapegada, el sujeto construye redes de significaciones, esperanzas, ideales,
ensoñaciones. El objeto es siempre el sueño de un sujeto y su capacidad de
soñar es equivalente a la inmensidad de su mundo. “Los límites del mundo, son
los límites de mi lenguaje” nos recuerda Wittgenstein[5]
y Bachelard nos insta entonces a ensanchar nuestro mundo por medio de la ensoñación poética. “Un mundo se forma en nuestra ensoñación,
un mundo que es nuestro mundo. Y ese mundo soñado nos enseña posibilidades de
crecimiento de nuestro ser en este universo que es el nuestro. En todo universo
soñado hay futurismo”[6]
Así, la obra de arte adquiere su valor en su capacidad de despertar por medio
de su ensueño, la ensoñación del otro, conectarlo con la intuición que le haga
captar al espectador su realidad más profunda, su conexión con la imaginación
cósmica, recordarle de su capacidad demiurgica de creación e invitarlo a
construir su propio cosmos.
Aura Torres y el
laberinto infinito
Podemos afirmar que donde surge
el arte hay un torrente de la imaginación cósmica tratando de desenvolverse en
el mundo, dotándolo siempre de nuevos significados, transformando la vida de
los hombres hacia la contemplación de nuevos horizontes. Cada ciudad posee un
inconsciente colectivo, de donde emanan las obras de arte, de la mano de los
artistas locales, que penetran en el instante eterno y plasman sus ensueños en
su obra. Aura Patricia Torres Ontiveros (La Extranjera), residente de la ciudad
de Monterrey, es sin duda una de las artistas más lúcidas en este proceso
creativo de canalización de la imaginación cósmica. Debido a que sus obras nos dirigen al proceso
mismo de construcción de significados, de la envoltura del sentido con la que
recubrimos el mundo para poder habitarlo. Muestra de ello, es su proyecto “Polauridades
Transversales”, título que sugiere el cruce de dos polaridades, dos aspectos de
un mismo ser que irradian un aura de conciencia que penetra en el otro, un yó
en contacto con un no-yo, sujeto y objeto que se miran mutuamente, el soñador y
su mundo. Dicho proyecto artístico que consta varias series de obras, fue
exhibida en una galería de San Pedro. Tan sólo analizaremos tres de las piezas de
las diversas series que se presentaron en la exposición.
1.- Todas las palabras del hombre
Entramos entonces a la
contemplación de nuestra primera obra, titulada “Todas las palabras del hombre”, que consiste en un arte-objeto, un
libro compuesto por los recortes de algunas frases y palabras de otros libros. Inmediatamente
podemos reconocer la manifestación de esta necesidad íntima del ser humano por
revelar sentidos. Podemos leer en un fragmento de dicho libro una de las descripciones
auto-referentes de la obra:
Dicen que era un libro y un laberinto
Trozos de palabras, significados
dispersos, reunidos en un solo libro, conglomerados para que por medio de la
ensoñación emerge en el espectador un torrente de significados, mismos que él
mismo tendrá que tejer, unir los fragmentos con su ensoñación, para permitirle
volar en este primer ejercicio de desenvolvimiento de sentido. Porque la
fragmentación nos obliga a reunir las partes, en esa reunión estaremos creando
un Todo, y por lo tanto a desplegar nuestra imaginación en el acto creador de
sentido. Para Bachelard, el valor de la obra consiste en despertar esa voluntad
poética, pues “la voluntad poética es sentido naciente que en cada nuevo libro
nos enseña a soñar de otro modo. (…) La imaginación envuelve la percepción
sensible y la desborda como voluntad poética y musical de lo humano. ”[7]
Tomo tan solo algunos fragmentos de palabras de este libro:
Este drama observaba las unidades de tiempo
En palabras, y las palabras pueden reunirse
…Mi voz humana era
Una porción de días.
(…)
A la realidad le gustan las simetrías
-La palabra Ajedrez
No podemos dejar de admirar la
lucidez con la que el proceso creativo se vuelve consciente de sí mismo en esta
pieza, el espectador se encuentra impelido a desatar sus fantasías, re-ordenar
las palabras y generar un sentido propio, un sentido humano.
¿Quién eres Tú?
¡Yo no sé quién eres Tú
yo soy
toda la humanidad
las fuerzas que moldearon el universo
¿Eres tú el Universo Mismo?
Quizá no entiendas mis palabras
-¿Y si la historia de esta noche fuera un simulacro?
Sin duda este es un pasaje que
nos estimula a pensar en el instante, aquél instante en el que Bachelard
concibe la reunión infinita de la totalidad en el instante. El ser total no se
puede desplegar en su plenitud en el tiempo aislado, el tiempo secuencial, sino
que se condensa sólo en ese instante en el que todos somos todo. “Como la
duración humana es continuidad, instante y condensación de la historia vivida,
el olvido no existe, el presente está pleno de pasado y futuro. A pesar de que
no tenemos presentes todos los recuerdos, permanecen en nuestro ser total.”[8]
Por ello, Aura, en su ensoñación de
palabras nos dice que:
A la tentación de dramatizar…
Pensar es olvidar
Dormir es distraerse del
mundo
Aura Torres nos ofrece este laberinto de palabras, piezas de un
rompecabezas infinito y dinámico. Mediante su ensueño, nos llama a la
memoria, al recuerdo del no-tiempo, al tejido cósmico de la creación de
significados al cual todos podemos acceder por medio de la palabra, anamnesis
de ese instante de soledad eterna, reunión de las polaridades, olvido de la
separación.
El Verbo, cuando fue hecho carne, paso - de la ubicuidad al espacio
De la eternidad a la historia, - de la dicha sin límites a la mutación;
Verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra
Miraba sin ver, oía sin oír, se olvidaba de todo,
Su propia cara en el espejo,
Me recuerda a otro que tú y yo quisiéramos olvidar
Me parece ser un hombre – con los ojos – contaminados – de – tiempo,
Podemos concluir de esta pieza
que es una suerte de hechizo, una ordenada secuencia de palabras que detonan
imaginaciones, mundos, espejos, con el fin de llevarnos a la disolución de
nuestras ataduras racionales, a la muerte del tiempo de soledad.
El crecimiento – no sirve sin un renacimiento interior y espiritual
Pues a la inevitable recurrencia
de la muerte, hay que responder con un renacimiento perpetuo. Este es el poder
mágico de la ensoñación de esta
pieza, que nos envuelve en una actividad creadora, pues como nos dice
Bachelard: “únicamente los poemas pueden presentar al día las fuerzas
ocultas de la vida espiritual. (…) Todas las imágenes verdaderamente poéticas
tienen un aire de operación espiritual.”[9]
2.- Objeta de mi ego
Nuestra segunda obra para
analizar, es más bien una acción, un performance, en el que la artista Aura
Torres sale con una serie de máscaras, una tras otra, sostenidas por un tubo
que se sujeta a la cabeza de Aura, de la misma manera está envuelta en un
montón de ropajes, uno encima del otro, y también envolviendo su cuerpo, un
plástico transparente, como envoltura de objetos de consumo masificado. Esta
pieza-acción nos habla del recubrimiento desmedido de significantes tras significantes,
de ensoñaciones añejas que se han vuelto demasiado pesadas sostenerlas todas en
un mismo ser. Para adaptarnos a un entorno de significación perteneciente a la
otredad, la realidad de consenso, sujeta al tiempo social, nos recubrimos con
máscaras, con identificaciones falsas de nosotros mismos, soñamos otredades que
coleccionamos como cáscaras de nuestra piel y nuestro cuerpo de envuelve de
ficciones. Para Bachelard, es una necesidad humana el recubrir con telarañas de
significado todo lo que está a nuestro alrededor, “no podemos evitar disfrazar el mundo; nuestro ser imaginario
recubre el objeto hasta transfigurarlo, gracias a esa mirada amorosa que hace
del sujeto un labrador de imágenes poéticas y musicales.”[10]
Pero al acumular estos rostros que cantan simpatías con mundos que no son
nuestros, se nos oculta nuestra propia alma, agoniza dentro del asfixiante
recubrimiento de formas, de disfraces. En este arte-acción, observamos cómo
Aura se desenvuelve poco a poco, se va soltando de todas las ropas que la
ensombrecen, y en su acto, nos habla en el lenguaje de los sueños, en la
onírica presencia de las imágenes en movimiento y en ello radica el poder
liberador de su obra, en hablar directamente hacia nuestros sueños, habitar
nuestras fantasía y llevarnos hasta las profundidades de lo inconsciente,
puesto que “la vida onírica es
tanto más pura cuanto más nos libera de la opresión de las formas, y que nos
devuelve a la sustancia y a la vida de nuestro propio elemento.”[11]
En el desprendimiento de estas máscaras opresoras de nuestra alma, nos
renovamos en nuestra capacidad ensoñadora, por lo que el acto es ya una
fantasía viva, imaginación de la que nuestra conciencia como espectadores se
apropia y la convierte en imagen vibrante, en ensueño naciente, alquimia espiritual
que nos inspira a soltarnos hacia nuestra crisálida. Para volar con esta
pintura encarnada y dinamizada, habremos de soltar, como nos muestra Aura,
todos nuestros más viciados personajes. Diremos entonces con Bachelard: “¡Arroja
al abismo lo más pesado que tengas! / ¡Olvida, hombre! / ¡Hombre olvida! / Si
quieres elevarte, / si deseas encontrarte a gusto en las alturas, / ¡arroja al
mar lo más pesado que tengas!”[12]
3.- Vacío para generar infinitos
La tercera
obra que analizaremos, es una instalación que consiste en un cubo de
madera suspendido en el aire, colgando
del techo. Debajo de dicho cubo hay unas escaleras que nos conducen hacia
adentro del cubo, escaleras hechas para que solamente pueda entrar un
espectador a la vez. En el interior del cubo hay completa oscuridad en un
primer momento, y tan sólo la luz suficiente para percibir unas instrucciones
escritas en letras fluorescentes y dice:
·
1.-Busque el fuego en este interior
·
2.-Encienda su luz
·
3.-Note: que Dios está aquí
·
4.- Dele a otro la oportunidad de descubrir(se)
(apaga el fuego)
A los lados,
se puede encontrar una veladora y unos cerillos, y tras encender la veladora,
se revela el cubo cubierto de espejos que provocan inmediatamente un efecto de
infinito, imagen que se refleja sobre imagen que se refleja sobre otra imagen ad infinitum. En cada espejo vienen
inscritas algunas palabras. Se puede leer “Dios dijo hágase la luz y la luz se
hizo para poder ver y hacer real a la palabra” en el espejo contrario a las
instrucciones, pero también leemos “Nada:” y “Todo:” a la izquierda y la
derecha respectivamente. En el espejo de arriba, se puede leer: “Somos
infinitos imaginantes”.
Esta es mi
pieza favorita, debido a sus profundas implicaciones teológicas, que ponen al
espectador en soledad con su reflejo infinito, con su divinidad revelada en el
instante de la contemplación. En esta interminable soledad que se contempla
desde infinitas perspectivas, el espectador se puede ver transportado a la
dimensión más profunda de su ser, a la misma fuente de la imaginación cósmica.
“En el reino de la imaginación el infinito es la región donde aquélla se afirma
como imaginación pura, donde está libre y sola, vencida y vencedora, orgullosa
y temblando.”[13] Y
es en esa suspensión instantánea de la memoria, en el olvido súbito de toda
historia, que el espectador se sabe sólo con el universo, sólo con su infinita
soledad que le refleja el estado primigenio de su alma, un alma multiplicada al
infinito, una sola divinidad contemplándose en infinitas máscaras. El reflejo
infinito nos provoca con imágenes de lo divino, “las imágenes cósmicas
pertenecen al alma, al alma solitaria, al principio de toda soledad. Las ideas
se afinan y se multiplican en el comercio de los espíritus. Las imágenes
realizan en su esplendor una muy simple comunión de las almas.”[14]
Una conciencia que se conoce divina al momento de saberse creadora de su propia
imagen, multiplicando su propio ser. “Somos infinitos imaginantes” nos recuerda
La Extranjera, y en ese instante nos convertimos en el reflejo vivo de la
imaginación cósmica, de la inmanencia de un Dios que se recrea con cada imagen,
con cada sueño. Este es el truco de la obra, que nos revela aquella infinita
realidad de nuestro ser en un solo instante, al prender la vela nos penetra de
manera inmediata la imagen de nuestra eternidad recuperada. “En
tanto que los pensadores que reconstruyen un mundo recorren un largo camino de
reflexión, la imagen cósmica es
inmediata. Nos da el todo antes que las partes.”[15]
Conclusión: Los infinitos laberintos de la extranjera
Toda obra de arte puede ser reconocida como tal por el aura que emite, esa
estela de ensoñación que nos transmite y nos encanta, nos traslada a los reinos
de la imaginación, en donde retomamos nuestro papel como creadores activos de
la realidad eternamente naciente. Soñamos mundos llenos de sentido cuando una
obra de arte nos despierta a la cósmica imaginación de nuestras vidas. Nos dice
Bachelard que “los grandes poetas
nos enseñan a soñar, nos
nutren con imágenes con las cuales podemos concentrar nuestras ensoñaciones de
descanso. Nos ofrecen sus imágenes psicotrópicas con las que animamos un
onirismo despierto.”[16]
Y Aura Torres, extranjera en estos desiertos de realidades, es en definitiva
una poeta, una hechicera de imágenes, que transmuta la realidad al volverse
consciente de su ensoñación y que nos comparte sus caminos, sus viajes
imaginarios, para invitarnos caminar por los senderos de la imagen, volvernos
extranjeros de nuestros propios rostros, y volvernos creadores de nosotros
mismos, recuperar nuestra divina cualidad soñadora de mundos. Aura Torres, La
Extranjera, nos invita a recorrer los infinitos laberintos de significaciones,
a perdernos en el tiempo de la soledad divina y a reconstruir nuestro mundo con
las imágenes oníricas de nuestra imaginación.
[1] GUIDO,
Rosario Herrera. Bachelard: una poética
musical. P. 173
[2] Ibid. P. 173
[3] Ibid. P. 174
[4] Ibid. P. 180
[5] WITTGENSTEIN, Ludwig –
Tractatus Logicus-Philosophicus. P. 5.6
[6]
BACHELARD, Gastón. La poética de la
ensoñación. Ed. Fondo de Cultura Económica, 2011. P. 20
[7] Ibíd.
P. 175
[8] GUIDO,
Rosario Herrera. Bachelard: una poética
musical. P. 172
[9] Ibid. P. 56
[10] Ibid. P. 176
[11] BACHELARd, Gaston. El Aire y los sueños. Fondo de cultura
económica, 2012. P. 39
[12] GUIDO,
Rosario Herrera. Bachelard: una poética
musical. P. 185
[13]
BACHELARd, Gastón. El Aire y los sueños. Fondo
de cultura económica, 2012. P. 15
[14]
BACHELARD, Gastón. La poética de la
ensoñación. Ed. Fondo de Cultura Económica, 2011. P. 31
[15] Ibid. P. 262
[16] Ibid. P. 238
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