Sunday, July 27, 2014

La visión demoníaca en la estética de Benedetto Croce y Soren Kierkegaard: “El arte y la seducción erótico-espiritual”




La visión demoníaca en la estética de Benedetto Croce y Soren Kierkegaard:
“El arte y la seducción erótico-espiritual”

1.- Visión supra-racional

¿Qué es el arte? Esa es la pregunta que nos plantea en un inicio Benedetto Croce en su analásis sobre la estética. Sin duda asume que el arte es la expresión máxima o más pura de la belleza, en cuanto que concibe el arte como una visión que capta una realidad supra-racional, más allá de las explicaciones lógicas y formales, que no puede ser recibido o expresado en palabras y que su esencia se define en imagen. “El arte es visión o intuición” nos dice Croce,  “el artista produce una imagen o fantasma, y quien gusta del arte dirige la mirada al sitio que el artista le ha señalado con los dedos y ve por la mirilla que éste le ha abierto, y reproduce la imagen dentro de sí mismo.”[1] Así, lo bello supra-racional es sólo expresado por medio del arte, que escapa toda reflexión y argumentación lógica, elude al lenguaje. Kierkegaard expresa algo similar, en el sentido en que la música emite movimientos del alma los cuales él llama estadios, que despiertan el deseo, la pasión y la llevan hacia las regiones internas que se escapan de la racionalidad lineal y reflexiva. Para Kierkegaard, existen ámbitos de la conciencia, regiones subterráneas a las cuales el lenguaje no puede acceder, pues “el estado de alma correspondiente no puede expresarse en palabras, porque es demasiado pesado y denso para que la palabra lo capte. Sólo la música es capaz de rebotarlo”[2]. Pero a diferencia de Croce, Kierkegaard concibe esta intuición de lo bello en distintos estadios sucesivos, pues el arte no se capta en un instante, sino que el goce estético se va desenvolviendo lentamente, pues la obra musical va despertando el deseo mediante la presentación de momentos arquetípicos del alma, expresión de fuerzas inefables que operan en la interioridad del ser humano. Y Kierkegaard nos recuerda que en la interioridad se encuentran objetos de deseo particulares, en el sentido en que el alma posee la capacidad de satisfacer una necesidad deseante del mismo deseo. En la ópera de Mozart “Don Giovanni”, Kierkegaard percibe el paradigma de toda pieza musical, pues cumple con los variados estadios del despertar del deseo. “Este despertar del deseo o, si se prefiere, este choque brusco que despierta el deseo, lo separa del objeto y al mismo tiempo le da un objeto. Es preciso captar bien esta típica determinación dialéctica: el deseo sólo existe mientras haya objeto, y el objeto sólo existe mientras haya deseo.”[3] Este objeto que se capta en el goce estético, es para Croce la captación inmediata de una imagen cargada de idealidad, y esta captación del objeto predilecto del arte, no es captado por la racionalidad diurna que establece su objeto de captación como realidad, sino que se mueve por otro ámbito, que fácilmente podríamos juzgar como irrealidad, pero que más bien es otra categoría del entendimiento que se capta únicamente en la imagen, pues la imagen es el objeto predilecto de la intuición y para Croce, esta “intuición quiere decir precisamente indistinción de realidad e irrealidad, la imagen en su valor de mera imagen, la pura idealidad de la imagen. Al contraponer el conocimiento intuitivo y sensible al conceptual o inteligible, la estética a la ética, se trata de reivindicar la autonomía de esta forma de conocimiento, más sencilla y elemental, que ha sido comparada al sueño, al sueño y no al sonido, de la vida teórica, respecto de la cual la filosofía ha sido comparada a la vigilia”[4]
 
2.- Sentimiento y simbolismo

Ahora, esta intuición que hace empatar al deseo con su objeto supra-racional, no es una intuición traducible al intelecto, sino que es más bien un sentimiento, una emoción, que como diría Kierkegaard, seduce al espectador y lo envuelve en estos movimientos  del alma. Nos dice Croce que “lo que da coherencia y unidad a la intuición es el sentimiento. La intuición es verdaderamente tal por que representa un sentimiento, pudiendo surgir éste al lado o sobre la intuición. No es la idea, sino el sentimiento, lo que presta al arte la aérea ligereza del símbolo.”[5] Y suena también el canto poético de Kierkaard enunciando que “el deseo está apuntando hacia el objeto y, además, está íntimamente emocionado; el corazón late sano y jovial; y los objetos aparecen y desaparecen como por ensalmo, mas antes de desaparecer siempre hay un instante de gozo, un instante de intensa emoción, corto pero feliz.”[6] Pero esta no es una emoción descarrilada, erotizada sin un propósito, sino que es una emoción en respuesta a una idea intraducible al lenguaje, “se comprenderá la enorme importancia de la música cuando ésta se muestra como la expresión absoluta de la idea, una idea que, en consecuencia, es inmediatamente musical.”[7] Precisamente por ser inexpresable en palabras, esa idealidad se convierte en arte, necesita del arte para respirar, para existir, pues removiendo aquel elemento artístico, la idea se deshace, se disuelve en la nada. Esto mismo nos recuerda Benedetto Croce cuando dice que “[la idealidad] es la virtud íntima del arte. El arte se disipa y muere cuando de la idealidad se extraen la reflexión y el juicio.”[8] Debido a que el arte refleja ese otro aspecto de la realidad, intangible, invisible, impronunciable, no puede más que ofrecerse como una ventana, como un símbolo que equilibra la percepción entre lo racional y lo irracional, lo sensible y lo suprasensible, lo material y lo espiritual. “Todo el arte es símbolo y que está henchido de significación”[9] nos revela Croce que desapegado de las obras de arte particulares, nos dice que toda obra expresa aquello que se encuentra detrás del espejo de la historia, pero que se percibe dentro de la misma historia. Lo mismo podemos decir del concepto de arte en los estadios eróticos musicales de Kierkegaard, pues aunque analiza una obra particular, la considera como vehículo de lo universal, pues Don Juan no es tan solo un individuo, sino que es el reflejo de una idea que no puede ser expresada en su totalidad por palabras, sino que es más bien un símbolo: “cuando se concibe a Don Juan dentro de la música y en la música, ya no tenemos delante un determinado individuo particular, sino más bien la fuerza de la naturaleza y lo demoníaco, que nunca se cansará ni nunca cesará de seducir y seducir.”[10]

3.- Erotismo e inmoralidad

El arte, entonces nos muerta otra dimensión de lo real, un ámbito espiritual que solamente es captado por esta intuición producida en el goce estético o en la creación misma. “En este reino no pueden instalarse ni el lenguaje, ni la circunspección del pensamiento, ni ninguno de los logros tan laboriosos de la capacidad reflexiva. Porque en él sólo se escucha la voz elemental de la pasión, el juego de los deseos y la zarabanda brutal de la embriaguez.”[11] De alguna manera, el arte nos intenta transportar a otro plano de lo real, a una región del alma que se escapa de la corporeidad racionalizada y ante el arte sólo sucumbimos si nos dejamos erotizar, si dejamos que su sensualidad permanezca como tal y no se contamine con el acto de racionalización, pues a pesar de que en el viaje se nos presenta como erótico y demoníaco, este goce “sólo empezará a mostrarse como reino del pecado en el instante en que haga acto de presencia la reflexión”[12]. El artista, de alguna manera realiza pactos con estas fuerzas supra-racionales, a través de sus manos conduce al espíritu a tomar materialidad y canaliza la idealidad de lo espiritual, escucha los designios del alma y utiliza su cuerpo como mediador, intuyendo al objeto en imagen y encarnándolo en la obra, de manera que  “[El arte] no nace por obra de la voluntad (…) nada tiene que ver con el artista. Y como no nace por obra de voluntad, se substrae también a toda reflexión moral.”[13] Lo cual no quiere decir que el arte sea inmoral, “es una insensatez decir que la ópera es inmoral”[14], nos dice Kierkegaard tan pronto como intuye en el lector un atisbo de duda sobre la moralidad de esta seducción erótica y demoníaca de Don Juan, y más bien nos ofrece la respuesta contraria, pues en aquellas regiones del alma, la sensualidad con la que se embriaga el espíritu pertenece a otra índole, al terreno de lo supra-sensorial. “La verdad es que la tendencia definitiva de la ópera es altamente moral y, por otra parte, la impresión que recibimos es plenamente saludable, porque todo es grandioso y encierra un pathos auténtico y sin mixtificaciones, todo está lleno de pasión.”[15] Es precisamente en este despertar de la pasión que hace ensoñar al hombre, que lo eleva hacia otros planos de la conciencia, que se ejerce la función liberadora del arte. Dejar fluir el corazón, hacerle vibrar de emoción mediante la obra, es el arma espiritual con la que el artista apunta hacia la sensibilidad del espectador, esperando evadir los obstáculos racionales y penetrar en lo profundo del alma. El arte, es entonces un artificio divino, es creación de puentes hacia las realidades supra-racionales y como tal, es una magia sagrada, una alquimia espiritual. Concluye Croce que “así como el poeta salva, en la liberación de otras pasiones, la pasión por el arte, así salva también en ésta la conciencia del deber –deber hacia el arte-. Todo poeta es moral, en el acto creador, por que realiza una función sagrada.”[16]





[1] CROCE, Benedetto. Brevario de estética. Ed. Fondo de Cultura Económica. P. 16
[2] KIERKEGAARD, Soren. Estadios erótico musicales. Ed. Fondo de Cultura Económica. P. 138
[3] Ibidem. P. 140
[4] CROCE, Benedetto. Brevario de estética. Ed. Fondo de Cultura Económica. P. 23
[5] Ibidem. P. 34
[6] KIERKEGAARD, Soren. Los estadios erótico musicales. Ed. Fondo de Cultura Económica. P. 141
[7] Ibidem. P. 143
[8] CROCE, Benedetto. Brevario de estética. Ed. Fondo de Cultura Económica. P. 24
[9] Ibidem. P. 32
[10] KIERKEGAARD, Soren. Los estadios erótico musicales. Ed. Fondo de Cultura Económica. P. 159
[11] KIERKEGAARD, Soren. Los estadios erótico musicales. Ed. Fondo de Cultura Económica. P. 155
[12] Ibid. P. 151
[13] CROCE, Benedetto. Brevario de estética. Ed. Fondo de Cultura Económica. P. 21
[14] KIERKEGAARD, Soren. Los estadios erótico musicales. Ed. Fondo de Cultura Económica. P. 195
[15] Ibidem. P. 195
[16] Ibid. P. 69

No comments: