Sunday, April 17, 2011

: Símbolos, Sueños y Mitos: Una aproximación al otro lado del espejo.


1.-Realidad del Alma

El ser humano no se compone únicamente de la realidad física, material y corporal, pues esta es tan solo un aspecto de la existencia, el aspecto pasivo, que se sujeta a leyes y que se encuentra causalmente determinado por la irrompible cadena de causa y efecto. Aunque la materialidad del hombre y su participación en lo terreno es tan evidente que no requiere ser demostrado, existe también otro aspecto no tan evidente, oculto, misterioso y todavía desconocido. Un principio activo, que anima al cuerpo del hombre como ser vivo, que le permite ejercer operaciones que van más allá de lo material, como el abstraer, reflexionar, cuestionarse a sí mismo e imaginar. Todas estas cualidades se escapan del dominio de lo material y lo biológico, dependen de una operatividad inmaterial, intrínseca al ser humano, como principio vital que anima al cuerpo material, sin la cual el cuerpo se volvería inanimado, tal como sucede con la muerte, que petrifica el cuerpo humano y lo asemeja a cualquier piedra o mineral. A esta otra realidad del hombre, se le ha conocido históricamente como Alma, que proporciona razón de vida a la materia e infunde al hombre de un sentido en su existencia.

El hombre, en su relación con el mundo, no se conforma con la interacción meramente reaccionaria e instintiva como las demás razas animales, sino que ha desarrollado una nueva forma de existencia, mediada por aquel producto que lo vuelve único, diferente a las demás especies. “El hombre- dice Ernst Cassirer- ha descubierto un nuevo método para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y el efector, que se encuentran en todas las especies animales, hallamos en el cómo eslabón intermedio algo que podemos señalar como sistema “simbólico”. Esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. (…) El hombre no solo vive en una realidad más amplia, sino, por decirlo así, en una nueva dimensión de la realidad.”[1]  El hombre es entonces un ser anfibio, palabra que viene del griego αμφι, ('ambos') y βιο, ('vida'), o sea "ambas vidas" o "en ambos medios". Es decir, que es un habitante de dos clases de realidades enteramente diferentes. Sin duda nace y se desenvuelve dentro de un universo físico, tangible y concreto, pero al mismo tiempo habita en otra realidad que ya no es propiamente el universo físico, sino otra dimensión de lo real que alude a lo inmaterial, lo intangible y lo abstracto. Esto mismo nos menciona Cassirer con su afirmación de que el hombre “Ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana.”[2]  Es esta dimensión inmaterial, el plano donde se desenvuelve el Alma, o como la conocían los griegos: Psyche (ψυχή). La palabra Psyche, nos remite necesariamente a la disciplina moderna que se encarga de descifrar el Logos de la Psique. Me refiero a la psicología, y más específicamente la psicología profunda, que entiende a la psique como la totalidad de las fuerzas en un individuo que influyen en el pensamiento, el comportamiento y la personalidad, esto incluye tanto lo consciente, como lo inconsciente. Lo inconsciente, es aquella parte desconocida de la consciencia, la parte oculta, irracional y primigenia. 

Para poder conocer aquella realidad del alma, la luz de la razón nos es insuficiente en dichas profundidades abismales del interior del hombre. Sin duda, las nuevas fronteras ya no serán geográficas, sino psicológicas, mentales. Entonces, las grutas y los paisajes oníricos del Alma ya no pueden ser medidos con la misma mentalidad que con el mundo externo, pues la racionalidad pragmática no puede penetrar más allá de la superficie de lo visible. La comunicación entre lo consciente y lo inconsciente, requiere de un mediador entre ambos mundos. Para la psicología profunda, el medio que permite dicha comunicación entre el caótico mundo de lo inconsciente y la ordenada conciencia diurna, son los símbolos.

2.- Los Símbolos y el Puente Imaginario
 
Gilbert Durand, en su libro sobre la Imaginación Simbólica, explora esta cualidad del símbolo: “El dominio predilecto del simbolismo: lo no-sensible en todas sus formas; inconsciente, metafísico, sobrenatural y surreal. Cosas ausentes o imposibles de percibir”[3] El símbolo, evoca algo ausente, algo que no se termina de explicar con las palabras. Muestra realidades que van más allá de la comprensión enteramente racional. “El símbolo es, pues, una representación que hace aparecer un sentido secreto; es la epifanía de un misterio”.[4] Y en su función de representar lo inefable, abre las puertas a un dialogo racional, o mejor, a una relación entre el mundo de las palabras, el régimen diurno y aquello inalcanzable, misterioso, nocturno. El universo simbólico, matriz que envuelve al hombre, es el orden y tejido que da sentido a la existencia del hombre. Y es cierto, lo que menciona José María Mardones acerca de la función del símbolo, y yo lo ampliaría hacia el universo simbólico, como aquello que proporciona el sentido necesario para habitar cordialmente la existencia. “El hombre es un animal extraño: necesita eso que denominamos para poder vivir. Sin sentido el ser humano muere por depresión, suicidio o, sencillamente, inanición. (…) El sentido es así como el alimento del espíritu humano.”[5] Mardones menciona también, que la realidad física, el universo tangible, en su pluralidad de formas y su cruda exposición, se manifiesta como oscura, fría e inhabitable, y es la razón y más específicamente, la razón en su cualidad de interpretar lo simbólico, lo que logra tejer aquella substancia acogedora que llamamos sentido. “El sentido proporciona luz, orden, claridad, que equivale a la razón de ser de la vida humana.(...) El sentido es, el lado luminoso, ordenado, bello que justifica y legitima al ser humano en su aventura de la vida. El sentido proporciona sutura al descosido de la realidad rota; urdimbre y textura a lo inarticulado; junción a lo separado; relación e implicación al hiato del mundo; calor de hogar al desamparo.”[6]

El símbolo abre puertas de significado para aquello de lo cual la racionalidad pragmática no encuentra conexión. La ciencia, en su afán de explicar los meros fenómenos objetivos, fríos y aislados, no logra explicar más afondo el porqué de dichos fenómenos, mostrando únicamente la realidad desértica y carente de un sentido humano. Le hace falta esa cualidad religadora que le es perteneciente a otras disciplinas, como la filosofía, las artes y la religión, dichas disciplinas son capaces de producir símbolos, imágenes, signos y parábolas que intentan religar con lo inefable. El símbolo incluye en su comprensión todo el ser o al Uno-Todo. No habla únicamente a la razón, sino que engloba en su proceso comprensivo al mismo tiempo: conciencia e inconsciente, sentimientos y razón, sensación e intuición, mythos y logos. “El sentido se desvela en la relación. El medio relacionador es el símbolo.(…) Lo bello y lo religioso no son objetos, son una relación finalmente. El sentido es una relación ordenadora, juntora, articuladora, iluminadora e implicativa que vincula la escisión radical en que primariamente se nos manifiesta la realidad. No busca tanto la descripción del mundo en que vive el hombre, cuanto el cómo vive ese hombre en relación con dicho mundo.”[7]

Para esto, el alma se sirve de otra facultad del hombre para interactuar con lo profundo: esto es la imaginación. La imaginación procede de distinta forma que la razón, ya no con certezas ni conexiones lógicas, sino por intuiciones, por analogías y por metáforas.  Los símbolos son el objeto predilecto de la imaginación, que impregna los signos de un sentido que se encuentra determinado por la configuración temporal y el contexto cultural. La imaginación entonces es la llave que permite el salto análogo por medio del símbolo hacia lo inefable, lo infinito. Así, Mardones nos insta a rescatar la imaginación como una de las facultades humanas más importantes para la construcción de un significado y de una relación con el universo. “El ser humano a la búsqueda de sentido, del desvelamiento de un cosmos, un orden ausente, se ve impelido a usar su imaginación.”[8] La imaginación, es entonces una cualidad creativa y creadora, es decir, permite al hombre esta capacidad cuasi-demiurgica de moldear, dar un orden, un sentido a aquello que aparece sin una conexión aparente. La imaginación, siempre se presenta como una fuerza subversiva, que provoca una ruptura y una rebeldía, pues no se conforma con lo dado, sino que busca formas nuevas de explorar la realidad, abre caminos de forma innovadora y abandona el terreno de lo concreto para aventurarse hacia lo desconocido. “Es conveniente darse cuenta que este trabajo imaginativo acontece siempre dentro de un determinado ámbito o espacio de imágenes y hasta de cultura. Son imágenes ligadas que exploran posibilidades hasta lograr en el juego de la transgresión la emergencia de un sentido nuevo”[9] Así, al religar y juntar las distintas realidades, el hombre se vuelve en un conector, en un puente intermediario del universo simbólico, compuesto de ideas, de mitos, de representaciones y el universo físico de lo concreto, lo sensible y lo visible. El hombre, en su cualidad de ser anfibio, se vuelve también un transmisor, que interactúa en ambas realidades y que su existencia intermedia, lo sitúa en una posición fundamental, viéndose impelido a usar la razón y la imaginación en conjunto para formular el símbolo, que le permita crear nexos entre ambos universos. “La racionalidad simbólica se sitúa en el ámbito de un conocimiento indirecto y no sensible. El objeto de conocimiento simbólico, ya lo señalamos, se ocupa de la relación, entre lo objetivo y lo subjetivo, lo presente y lo ausente, lo material y lo espiritual, el destino y la libertad.”[10]  El hombre es entonces, un ser capaz de conectar ambas realidades y en este puente, en este balance y equilibrio de universos, encuentra un hogar, un sentido y un mundo cálido, humano. El símbolo, pues, participa también de lo eterno, de lo trascendente y de lo cósmico, pues tiene inherentemente la cualidad de significar una infinidad de cosas, de las cuales, el lenguaje selecciona y configura un significado adecuado a las determinaciones temporales de alguna cultura en particular o más aun, de una psique especifica. Pero nunca puede terminar de extraerse el significado completo y concreto de un símbolo, pues al participar de aquello que se escapa de las particularidades culturales, psíquicas y temporales, jamás se encuentra en ningún momento dado “El símbolo no puede ser tratado exhaustivamente por el lenguaje conceptual. (…) Muestra un arraigamiento pre-lingüístico, vital, cósmico, que nos remite a otras disciplinas para su análisis, como pueden ser el psicoanálisis o la fenomenología de la religión. (…) En su dimensión no verbal, apunta hacia los confines del discurso entre bios y logos. El símbolo religioso, por su parte, se encuentra ligado al cosmos, a la realidad totalizante y sobrepoderosa en su capacidad de significar.”[11]

El símbolo, tiene la función de conectar al ser humano con una realidad trascendente, supra-racional, de la cual el hombre se sirve para encontrar el puente que le permita descubrir un sentido a su existencia. Pero el significado extraído del símbolo, se adecua únicamente a esta realidad actual, presente y viviente, sin terminar de agotarse en su capacidad como significante y significador. “Efectuar una interpretación es un acto de constreñimiento sobre el símbolo: se le fuerza a expresar algo determinado”[12]. Por esto, aunque alguna cultura particular utilice algún símbolo con determinada significación, con el paso del tiempo y las transformaciones y revoluciones sociales y del conocimiento, el símbolo también transforma su significación, acomodándose para proveer este otro significado más adecuado a las nuevas formas de percibir el universo. Por esto, el símbolo se conserva de forma eterna, proveyendo una infinidad de significados. Los símbolos, a final de cuentas, son la manera en que nos podemos acercar hacia el conocimiento del alma, de la psique. Y la psique habita dentro de esta realidad que ya no es de índole exterior, sino más bien es una realidad que se encuentra en la interioridad del ser humano.

3.- Fantasias Arcaicas y el Inconsciente Colectivo 

La psicología analítica de Jung, menciona que cuando nos observamos a nosotros mismos en el interior, vemos imágenes que se mueven, un mundo de imágenes que generalmente conocemos como “Fantasía”. Pero las Fantasías, son hechos, son sucesos internos, tan reales como los sucesos externos, tienen su propia realidad. No son tangibles, y no son medibles por supuesto, pero sin duda ejercen cierta influencia hacia nuestro exterior. El mundo subjetivo, tiene validez en cuanto a que se fundamenta de la realidad interna, el mundo de la Psique. Pero con el concepto de lo inconsciente personal no se abarca la totalidad de la esencia de lo inconsciente, pues existen conjuntos de fantasías cuyas raíces inútilmente se buscarían en la historia previa individual. Estas son fantasías mitológicas, conjuntos que no están relacionados con ninguna vivencia de la existencia personal, sino sencillamente con los mitos.  Estas fantasías mitológicas: “proceden del cerebro: precisamente del cerebro, no de huellas mnémicas personales sino de la estructura heredada del cerebro (…) [tiene que ver] con una historia antiquísima, natural, transmitida de manera viva desde tiempo inmemorial, a saber: la estructura cerebral (…) El inconsciente yace enterrado en la estructura del cerebro y que solo manifiesta presencia viva en la fantasía creativa, es lo inconsciente supra-personal. [o colectivo] Vive en las personas creativas, se revela en la visión del artista, en la inspiración del pensador, en la vivencia interior de la persona religiosa”[13]

El inconsciente colectivo, a diferencia de la capa personal que se compone de particularidades, contiene dentro de sí, los universales, las ideas colectivas, las razones seminales, a las cuales Jung llama Arquetipos. Los arquetipos son esa parte de la mente inconsciente que es compartida con toda la humanidad, como producto de experiencia ancestral. Son una especie de estructura de esquemas a priori, que canalizan la circulación de energética y configuran las posibilidades de captación y expresión del sujeto. Estos procesos aparecen bajo la forma de temas arquetípicos universales y fueron incorporados al inconsciente colectivo por experiencias reiteradas, colectivas y significativas de la humanidad. En este sentido, los arquetipos pueden ser considerados como tendencias, potencialidades de realización que adquieren su plena significación cuando se expresan en la realidad del mundo perceptible.

Hay muchas cosas de las que no somos conscientes porque nuestra cosmovisión no les concede espacio alguno, porque la educación y la formación que recibimos jamás las han estimulado y, si acaso han aparecido en la consciencia como ocasionales fantasías, son inmediatamente reprimidas. La frontera entre lo consciente y lo inconsciente la determina nuestra cosmovisión.  Pero nuestra cosmovisión ha resultado ser demasiado estrecha para dar cabida a estas fuerzas en una forma cultural. “Lo inconsciente contiene también las fuentes oscuras del instinto y de la intuición; contiene la imagen del hombre tal como ha sido siempre desde tiempo inmemorial; contiene todas aquellas fuerzas que la mera razonabilidad, conveniencia y buen orden de la existencia burguesa nunca son capaces de despertar para que actúen de manera viva, aquellas fuerzas creadoras que, una y otra vez, consiguen elevar la vida del hombre a nuevos progresos, nuevas formas, nuevos fines.”[14]
La sociedad actual, absorta y concentrada únicamente en la conciencia diurna, lógica, publica y racional, ha olvidado la interioridad de su ser, ha ignorado y reprimido aquel aspecto sublime e imaginativo que proviene de las profundidades de su interior y por esto, ha vuelto inconsciente toda una gama de procesos internos, los ha enterrado en el inframundo de la conciencia, el otro lado del espejo. “Lo inconsciente es real, puesto que tiene efectos reales. Pero tiene en todo caso una clase de realidad distinta a la del mundo exterior, a saber, una realidad psíquica (…) como si nuestra conciencia estuviera entre dos mundos o realidades (…) Una mitad de las percepciones fluye hasta ella a través de los sentidos; la otra mitad, a través de la intuición, esa contemplación de procesos interiores estimulados por lo inconsciente. La imagen del mundo exterior nos permite entender todo como efecto de las fuerzas impulsoras físicas y fisiológicas; en cambio, la imagen del mundo interior nos hace entender todo como efecto de seres espirituales. La imagen del mundo que nos proporciona lo inconsciente es de índole mitológica. En vez de leyes naturales tenemos intenciones de dioses y demonios; en lugar de los impulsos naturales actúan almas y espíritus.”[15]
 
Al quedar estas potencias internas reprimidas, se esconden en lo profundo de la psique, como presencias ocultas que ejercen su influencia hacia el exterior de manera encubierta. Los dioses han sido interiorizados en patologías, sus mitos viven en nuestro comportamiento, reclamando reconocimiento. Sus refugios, ya no son los altares, los templos, los oráculos y cultos de misterio, sino la interioridad de la psique, como los síntomas y complejos que invaden nuestra consciencia. Aunque los hemos desterrado del mundo de lo visible, los Dioses siguen ahí presentes, ocultos en la psique. 

4.- Los Mitos y el Laberinto Interno

Dentro de nosotros mismos, se encuentra el país de las maravillas, los campos elíseos, Interzona y el país de nunca jamás. Existe un rico mundo de imágenes arquetípicas, un inmenso laberinto en nuestro interior,  escenario de la imaginación en donde encontramos toda clase de dioses y criaturas sobrehumanas, como duendes, hadas, sirenas, dragones, minotauros, etc. Todas estas criaturas, que se encuentran en el otro lado del espejo, en el terreno de la imaginación, el inframundo de la conciencia, son sin embargo símbolos de aquella realidad primigenia, del misterio de las profundidades del ser. Pero mientras que el sueño es solo un aspecto de estas profundidades del Alma, precisamente el aspecto subjetivo, personal, y privado, el filósofo e historiador de religiones americano Joseph Campbell nos menciona que: “Los sueños son los mitos personalizados, los mitos son los sueños despersonalizados; ambos, el mito y el sueño son simbólicos en la misma manera general de la dinámica de la psique. Pero en el sueño las formas son transformadas por los problemas peculiares del soñador, mientras que en el mito los problemas y soluciones se muestran como directamente válidas para toda la humanidad”[16] A partir de las indagaciones de la psicología profunda, con respecto a la manera de operar de la psique, se abre ante nosotros, toda una gama de conocimientos previamente encriptados, ocultos bajo el disfraz de lo literario, detrás del velo del simbolismo. “Con el descubrimientos de que los patrones y la lógica de los cuentos de hadas y de los mitos corresponden al sueño, las quimeras del hombre arcaico que hace mucho tiempo han sido desacreditadas, retornan dramáticamente al primer plano de la conciencia moderna (…) La mitología, en otras palabras, es psicología mal interpretada como biografía; historia y cosmología. La psicología moderna puede traducirlas devuelta a sus denotaciones propias, y así rescatar para el mundo contemporáneo una rica y elocuente documentación de las más intensas profundidades del personaje humano.”[17]
 
Entonces nos damos cuenta, que este laberinto milenario del alma, ya ha sido recorrido y explorado anteriormente. Toda narración mitológica es como un laberinto de acciones, luchas y pasiones que exponen el drama de la existencia humana en el mundo. “El propósito del mito propiamente, y de los cuentos de hadas, es el de revelar los peligros específicos y técnicas del oscuro interior (…) por lo tanto los incidentes son fantásticos e >irreales<: pues representan fenómenos psicológicos, no físicos”[18] Tan solo necesitamos seguir las pistas de Ariadna, aquella doncella sublime, el ánima, que nos muestra el hilo conductor de sentido, indicándonos el camino de regreso a casa, mediante el Logos y a través del Mythos. Este hilo conductor simboliza el sentido o dirección salvadora, la imaginación simbólica que nos guía por el laberinto de lo inconsciente, lo misterioso y lo desconocido. Así, la conciencia, identificada con todos los héroes de los cuentos y los mitos, pasa por toda una serie de pruebas y conflictos internos, para rescatar a la princesa, recuperar el tesoro perdido y vencer al tiránico monstruo que amenaza con destruir el orden de lo cotidiano. El héroe tiene que abandonar las certezas de su mundo cotidiano, el área de dominio, de confort y de estabilidad de lo diurno, para embarcase en una aventura hacia los confines de lo inexplorado, lo misterioso, lo nocturno. “La primera tarea del héroe es la de retirarse del escenario del mundo de los efectos secundarios, hacia la zona causal de la psique donde residen la verdaderas dificultades, y ahí a esclarecer  las dificultades, erradicarlas en su propio caso (dar batalla a los demonios infantiles de su cultura local) y atravesar hacia la imperturbada experiencia directa y asimilación de lo que C. G. Jung ha llamado las >Imágenes Arquetípicas<”[19]

 El héroe es el arquetipo de la conciencia que penetra en los confines de lo misterioso, en su afán de expansión y comprensión del universo que le rodea. En su búsqueda, el héroe se ira desprendiendo de aquellas determinaciones culturales que le atan a las visiones generales de su mundo, para adentrarse cada vez más en el misterio del alma “El héroes, es aquel que ha sido capaz de luchar más allá de sus limitaciones personales e históricas de lo generalmente valido, las formas normalmente humanas. Las visiones, ideas e inspiraciones de uno como tal, vienen prístinas de la fuente primaria de la vida y pensamiento humano” [20]

Así, el hombre que logra superar dichas limitaciones temporales y determinadas, logra dar ese salto análogo mediante el símbolo, encuentra esa fuente eterna y trascendente de significado, que nos permite la capacidad de renovar nuestra visión de las cosas y ensanchar los límites de nuestra comprensión del universo. “Todas las potencias de vida que nunca logramos traer a la realización adulta, esas otras porciones de nosotros mismos, se encuentran ahí (…) Si tan solo una porción de esa totalidad perdida pudiese desenterrarse hacia la luz del día, nosotros experimentaríamos una maravillosa expansión de nuestros poderes, una vivida renovación de la vida”[21]  La figura del héroe, que logra atravesar todas las dificultades y es iniciado en el misterio de la fuente inagotable, es todo artista, todo científico y todo filosofo que trasciende el plano de lo horizontal, del dinámico mundo en donde todo se encuentra en movimiento y regresa con un nuevo conocimiento, una nueva perspectiva, o una nueva manera de entender nuestra posición en el cosmos. “El mito es la apertura secreta a través del cual las energías inexhaustibles del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales humanas”[22]

Conclusion:

Concluimos entonces, que la tarea del hombre es la de analizar los mitos que nos rigen en la actualidad, encontrar sus simbolos, descifrarlos, extraer significado y con ello transformar la visión del mundo, de manera que le permita encontrar los nexos necesarios para relacionarse con el mundo y habitar en un universo impregnado de sentido. José María Mardones nos reitera que “La racionalidad simbólica se sitúa dentro de las acciones transformativas del ser humano de construir un mundo humano, es decir, un mundo abierto. (…)La dimensión imaginal del pensamiento es fundamental para la donación de sentido y la superación de los límites de lo dado.”[23] Así podemos decir, que el hombre, como conector de mundos, se sirve de la razón y la imaginacion, en un proceso de interiorización, de llamado interno, para encontrar un puente que lo lleve a esa realidad mitológica y trascendente, al tiempo sagrado, de donde se extrae y se recupera aquella substancia que otorga sentido a nuestra existencia. 

Hay un mundo entero esperando a ser explorado, una realidad fantástica detrás del espejo de la conciencia, un universo interior, que nos llama a través de los sueños y nuestras ilusiones. Muchos son los llamados, pero poco los elegidos. Para acudir al llamado, habrá que recuperar los tesoros perdidos de la humanidad, aquello que ha sido invalidado por un racionalismo cientificista, que ha eliminado la subjetividad y la imaginación, alejándonos cada vez más de aquella interioridad del Ser. El llamado es diferente para cada quien y las señales las encontraremos en nuestras experiencias únicas, privadas e intransferibles. Así es que escucha bien estimado héroe, escucha tu interior.


[1] Ernst Cassirer – Antropología filosófica. Ed. Fondo de cultura económica. 1975. P. 47
[2] Ibídem P. 47
[3] G. Durand – La imaginación simbólica Ed. Amorrortu. 1971. P. 14
[4] Ibídem P. 15
[5] Jose Maria Mardones – La racionalidad simbólica Ensayo de compilación Sym-bolon. Universidad Nacional Autónoma de Mexico. P. 41
[6] Ibidem. P.42
[7] Ibid. P. 44
[8] Ibid. P. 48
[9] Ibid. P. 54
[10] Ibid. P. 57
[11] Ibid. P. 54
[12] Ibid. P. 62
[13] Carl Gustab Jung, Ensayo sobre lo Inconciente, p. 9
[14] Carl Gustab Jung, Ensayo sobre lo Inconciente, p. 18
[15] Carl Gustab Jung, Ensayo sobre lo Inconciente, p. 17
[16] Joseph Campbell, The hero with a thousand faces, Bollingen Series / Princeton. 1973. P. 19
[17] Ibidem. P. 256
[18] Ibid. P. 29
[19] Ibid. P. 17
[20] Ibid. P. 19 y 20
[21] Ibid. P. 19
[22] Ibid. P. 3
[23] Jose Maria Mardones – La racionalidad simbólica Ensayo de compilación Sym-bolon. Universidad Nacional Autónoma de Mexico. P. 26

Thursday, April 14, 2011

Maquillaje


Maquillaje

Sombra aquí y sombra allá
Maquíllate maquíllate
Un espejo de cristal
Y mírate y mírate
Maquillaje - Mecano


Una mujer pelirroja exuberante se observaba absorta en el espejo: su largo cabello lacio, las arrugas ofuscadas de su frente, sus ojos esmeralda y sus labios carmesí. Sus largos brazos, sus uñas rosadas, su esbelta figura, su edad maquillada.  Observaba todo lo que llevaba puesto, su grueso abrigo marrón relleno de felpa, su blusa blanca de seda, su falda anaranjada con puntos rosas. Todo aquello que ella tenía, que usaba, que era. Largo tiempo contemplo su imagen antes de decidirse de una buena vez por todas. Finalmente accedió a quitarse el maquillaje. Primero se quitó el abrigo, lo arrojo hacia un lado. Despues procedió a quitarse la blusa, que simplemente tiro hacia el suelo, al igual que deslizo su falda hasta quedar totalmente desnuda. Se miró todavía un rato más al espejo, respiro hondo y siguió con la deconstrucción.  Una por una se quitó las uñas, diciendo en voz baja diez, nueve, ocho y así sucesivamente hasta llegar al cero. Metió su mano a la rojiza cabellera y jalo de ella, de manera que tal como si fuese una peluca, la cabellera se desprendió. Deslizo sus dedos sobre sus labios y el rojo de la carne desapareció. Con un abrir y cerrar de ojos, las pupilas se desvanecieron, dejando solamente dos bolas como de blanca nieve. Después paso sus manos por su rostro y conforme iban descendiendo, la cara se iba borrando. Ya no había nariz, ni orejas, ni boca, ni ojos. Pero aún se sentía completamente vestida, disfrazada y engañada. El desensamble debía seguir, por lo que tomo su pierna derecha con sus brazos y ¡Plop! la desprendió. Lo mismo hizo con la pierna izquierda, con lo que cayó al suelo en un intenso ¡POM!, golpe de gravedad, del cual no podía quejarse debido a la falta de boca, por lo que emitió solamente un grito mudo, un silencio prolongado. No importaba, tenía que seguir avanzando, por lo que ahora tomo su brazo izquierdo con el derecho y jalo contundentemente, hasta escuchar aquel ¡Scrart! Que anunciaba el desprendimiento de su brazo izquierdo. El brazo derecho fue muy difícil de arrancar, tuvo que apoyar la palma de su mano sobre su pecho y empujar lo más fuerte que pudo, hasta que finalmente logro el brazo derecho arrancarse a sí mismo. Desmembrado, su cabeza y su tórax yacían en el suelo, retorciéndose como una enloquecida lombriz. La cabeza sin duda alguna fue todo un reto para extirpar, sin embargo fue lo suficientemente ingeniosa como para lograrlo. Lo que hizo fue girar su cabeza hacia un lado y el tórax hacia el otro repetidas veces, ganando la suficiente flexibilidad del cuello para rotar 360 grados y todavía torció mas su cuello hasta que finalmente, como una tuerca, la cabeza se desatornillo. Estando en el suelo, la cabeza sin ojos, sin boca, sin nariz, sin orejas, sin forma, se concentró en aquello que le quedaba: la nada. Poco a poco se fue desmaterializando, disolviéndose en el vacío de la existencia, en el silencio inmutable, en la substancia primera, en la unidad innombrable. Así, fue como desprendiéndose de todo aquello que la hacía quien era, solo quedaba su más puro, eterno e infinito SER. Y aquí termina su historia. Aunque dicen algunos otros escritores y mentirosos de toda índole que el Ser se construyó otra forma, otro cuerpo, otra historia, otro cuento. Pero eso, nadie lo tiene por seguro. ¿Tú que crees?

¡No me mires, no me mires, no me, no me, no me mires!
Maquillaje - Mecano

Mujer Vestida de Negro

Mujer Vestida de Negro

No se lo que esta sucediendo, simplemente ya no lo se. De pronto las cosas empezaron a desaparecer, acababa de salir de mi recamara, cuando recordé que olvide algo, así es que regrese y ya no estaba ni mi cama, ni mi espejo, ni mi closet. Ninguno de mis muebles esta ahí ¡no hay nada! Y luego los objetos que todavía están, se vuelven borrosos, incluso mis recuerdos se van borrando poco a poco. Ya no recuerdo como me llamo, ya no recuerdo como es que conseguí esta casa, ya no recuerdo donde trabajo o con quien vivo, o que es lo que me gusta, todo se ha evaporado, ¡poco a poco me estoy desvaneciendo de la existencia!

¿Qué es lo que esta pasando? ¿Me estoy volviendo loca? Todo parece estar desapareciendo, lentamente mi casa se va consumiendo en el vacío. Intento salir, buscar ayuda en el exterior, pero al abrir la puerta de mi casa, me encuentro con este enorme silencio grafico, un blanco absoluto, un desierto de imágenes. No hay tal cosa como afuera, ni si quiera existe el espacio, ha sido devorado por la nada.

Ya no queda casi nada, cuartos enteros se han esfumado, tan solo queda ese pasillo que dirige a una puerta de madera vieja, no recuerdo haberla vista antes en mi casa. Es el único lugar hacia donde puedo avanzar, así es que para allá me dirijo… Cuando llego a esta puerta, siento un ligero escalofrío, una súbita irracionalidad tenebrosa. Abro la puerta, revelando así un pequeño cuartito con una ventana grande y una casita de muñecas en medio del lugar.

Me acerco a la casita y me asomo por la puerta principal, tan solo logro percibir a una pequeña muñeca que se encuentra de espaldas mirando por una ventana, mi enorme sombra proyectada sobre su diminuto cuerpo, la rodea de una fría oscuridad, creando la ilusión de que esta es una pequeña mujer vestida de negro. Debe ser muy extraño ser una muñeca, un objeto inanimado construido a imagen y semejanza de alguien mas, una sombra pálida y gélida, sin movimiento y sin vida, que únicamente sirve como el reflejo artificial de su creador.

Por fin dejo de inspeccionar la casa de muñecas y me dirijo hacia la ventana. Al asomarme, no veo mas que la pura inexistencia, el cero absoluto de la realidad, no hay percepción, no hay imagen, ni olor, ni sensación, ni conceptos, ni descripción. En ese entonces me doy cuenta que a mis espaldas, una enorme sombra se acaba de posicionar, rodea todo mi cuerpo, ya no me puedo ver a mi misma, mi propio cuerpo se vuelve nebuloso. Volteo lentamente y descubro aquella terrible revelación. Yo soy aquella ficción, aquel artificio, aquella creación. Soy tan solo un personaje, un objeto de mi creador, ni vida, ni historia tengo yo, soy la sombra de alguien real, soy la pequeña mujer vestida de negro…

El Tunel



La Cloaca
“El alma debe disponer también de cloacas donde verter sus basuras. Para este fin, pueden servir muchas cosas; personas, relaciones, clases sociales, tal vez la patria e incluso el mundo, y, por último, para los más orgullosos (es decir, para nuestros buenos modernos pesimistas), el buen Dios.”
-Nietzsche, El paseante y su sombra. Op. 46.

Cuando era un niño pequeñito, buscando una pelota que se había perdido, encontré un túnel de alcantarilla. Redondo, profundo, un pasadizo secreto hacia un mundo desconocido que mi curiosidad infantil me exigía explorar. Entré sin ninguna duda ni temor, tan solo iba a explorar algunos cuantos metros, o al menos eso creía. Gateaba en el reducido camino circular, un pequeño rio corría bajo mis manos, el sonido fluctuante de las aguas negras corriendo por entre mis brazos hacía un ssssslaajjjjjjjjjjjjhhhhkua que parecía semejar una sinfonía de acuáticos demonios. Llegue al punto donde la luz del sol no llegaba más y la oscuridad absoluta llenaba el tunel. Me detuve por unos momentos, planeaba volver... pero decidí seguir avanzando ciegamente hacia mi destino misterioso. Había una brisa muy fresca, un suave silbido y el túnel dejo de ser recto, me encontraba en una intersección donde el camino se bifurcaba hacia la izquierda o derecha, aunque para decir verdad, ya no sabía cuál era la izquierda y cual la derecha. Innumerables veces el camino se bifurcaba en un sinfín de caminos, el túnel parecía ser un laberinto infinito. A ese sentimiento de espacialidad inabarcable, se correspondía también una temporalidad eterna. Ya no sabía cuánto tiempo había pasado desde que comencé mi recorrido.  Me sumergí completamente en el silencio de este abismo, aprendí a disfrutar de las melodías subterráneas, gotas de humedad cayendo hacia algún diminuto charco, una eclosión de musas que cantan con el críptico eco de las profundidades de este inmenso inframundo. Ah! los ruidos mudos que emiten las paredes de esta región incognoscible. La música de este silencio me abrió los oídos al susurro reptante del caos que habita en el interior de cada alcantarilla. Al recorrer los senderos negros de esta cavidad inasequible, se han abierto las grietas que encerraban mi alma en el cuerpo de un niño. Ahora lo recuerdo, sí, he recordado que en realidad, yo siempre he sido este túnel infinito que habita en cada hueco, en cada hoyo, en cada abismo que se asoma a la claridad de la vigilia. Soy la noche que te rapta al momento de caer en las cloacas del alma. Así es, yo soy el túnel, yo soy el vacío, yo soy el abismo. Pero a veces, sólo a veces, me gusta salir a explorar el mundo externo, y me visto de alguno que otro filósofo, alguno que otro poeta, alguno que otro niño y alguno que otro cuento.