Saturday, March 22, 2014

Tic, toc, tac.





Tic, toc, tac.
Tic, toc
Tic, toc
Tic, toc.
-El Reloj.
Tic toc, tic toc, tic toc, ¡Tac! Algo había fallado, algo estaba mal. “¡No puede ser! ¡No debe ser!” Decían todos los engranajes, alarmados por que algo no estaba funcionando como debería ser. “¿Quién fue?” Decía el engranaje más viejo, y buscaba inquisitivo aquella pieza fallida. Todas las tuercas, las poleas, y demás piezas mecánicas estaban enfurecidas, pues se había perdido el orden, la simetría. Todos temían que el Gran Reloj se molestara, y buscaban a gritos al elemento de discordia. Un pequeño tornillito mantenía el silencio, pues con tantos años de mecánicos movimientos y de rutina repetitiva, se había roto la puntita y por eso ya no podía seguir con la monótona vida mecanicista. Una polea acelerada descubrió su paradero y se lo comunicó a los demás. Todos se disgustaron y le hicieron la vida de cuadritos, y el pobre tornillito no podía hacer nada, más que someterse al juicio de los demás. Y el tornillito se preguntaba a sí mismo: “¿Por qué soy diferente? ¿Qué sentido tiene mi existencia defectuosa? ¿Si no soy útil a los demás, entonces para qué seguir marchando al ritmo maquinal?”
Ah! pero allá afuera los relojeros notaron lo asimétrico del sonido de este peculiarísimo reloj y quedaron cautivados por su inigualable belleza. Y a todos agradaba el ritmo de ese reloj tan único, tan inigualable. Y es así, como los relojeros decidieron reconstruir todos los relojes del mundo, pues ahora, el tiempo sería medido de otra manera, y al transformarse los relojes, también se transformaron los metrónomos, y la música, y la danza, y el arte, y la filosofía y la vida misma. El ritmo asimétrico se volvió paradigma, y todos los aspectos de la vida se fueron ajustando, para que hicieran ese mismo sonido: Tic toc, tic toc, tic toc ¡Tac!
Cuckoo!
-El Cuckoo.

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