Thursday, April 14, 2011

El Tunel



La Cloaca
“El alma debe disponer también de cloacas donde verter sus basuras. Para este fin, pueden servir muchas cosas; personas, relaciones, clases sociales, tal vez la patria e incluso el mundo, y, por último, para los más orgullosos (es decir, para nuestros buenos modernos pesimistas), el buen Dios.”
-Nietzsche, El paseante y su sombra. Op. 46.

Cuando era un niño pequeñito, buscando una pelota que se había perdido, encontré un túnel de alcantarilla. Redondo, profundo, un pasadizo secreto hacia un mundo desconocido que mi curiosidad infantil me exigía explorar. Entré sin ninguna duda ni temor, tan solo iba a explorar algunos cuantos metros, o al menos eso creía. Gateaba en el reducido camino circular, un pequeño rio corría bajo mis manos, el sonido fluctuante de las aguas negras corriendo por entre mis brazos hacía un ssssslaajjjjjjjjjjjjhhhhkua que parecía semejar una sinfonía de acuáticos demonios. Llegue al punto donde la luz del sol no llegaba más y la oscuridad absoluta llenaba el tunel. Me detuve por unos momentos, planeaba volver... pero decidí seguir avanzando ciegamente hacia mi destino misterioso. Había una brisa muy fresca, un suave silbido y el túnel dejo de ser recto, me encontraba en una intersección donde el camino se bifurcaba hacia la izquierda o derecha, aunque para decir verdad, ya no sabía cuál era la izquierda y cual la derecha. Innumerables veces el camino se bifurcaba en un sinfín de caminos, el túnel parecía ser un laberinto infinito. A ese sentimiento de espacialidad inabarcable, se correspondía también una temporalidad eterna. Ya no sabía cuánto tiempo había pasado desde que comencé mi recorrido.  Me sumergí completamente en el silencio de este abismo, aprendí a disfrutar de las melodías subterráneas, gotas de humedad cayendo hacia algún diminuto charco, una eclosión de musas que cantan con el críptico eco de las profundidades de este inmenso inframundo. Ah! los ruidos mudos que emiten las paredes de esta región incognoscible. La música de este silencio me abrió los oídos al susurro reptante del caos que habita en el interior de cada alcantarilla. Al recorrer los senderos negros de esta cavidad inasequible, se han abierto las grietas que encerraban mi alma en el cuerpo de un niño. Ahora lo recuerdo, sí, he recordado que en realidad, yo siempre he sido este túnel infinito que habita en cada hueco, en cada hoyo, en cada abismo que se asoma a la claridad de la vigilia. Soy la noche que te rapta al momento de caer en las cloacas del alma. Así es, yo soy el túnel, yo soy el vacío, yo soy el abismo. Pero a veces, sólo a veces, me gusta salir a explorar el mundo externo, y me visto de alguno que otro filósofo, alguno que otro poeta, alguno que otro niño y alguno que otro cuento. 

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