“Hume noto para siempre que los argumentos de Berkeley no admitían la menor replica y no causaban la menor convicción. Ese dictamen es del todo verídico en su aplicación a la tierra; del todo falso en Tlon. Las naciones de ese planeta son –congénitamente- idealistas. Su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje –la religión, las letras, la metafísica- presuponen el idealismo. El mundo para ellos no es un concurso de objetos en el espacio; es una serie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal, no espacial.”
-Jorge Luis Borges, Tlon, Uqbar, Orbis Tertius
“Los metafísicos de Tlon no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica. Saben que un sistema no es otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno cualquiera de ellos.”
-Jorge Luis Borges, Tlon, Uqbar, Orbis Tertius
Introducción:
Existen autores cuya propuesta es tan radical y tan ajena al pensamiento de su época, que logran impactar e inspirar las mentes de otras generaciones, para formular distintas pautas de pensamiento, quizás un poco divergentes de la propuesta original, pero finalmente se reconocen como hijas de dicha propuesta. Tal es el caso de George Berkeley, quien busca atacar las ideas imperantes de su época, la modernidad, que por empresa de los empiristas ingleses, la materia se iba perfilando como única substancia comprobable y en consecuencia, principio absoluto de la realidad. Debido a su vocación de obispo y su tendencia intelectual hacia la teología, Berkeley ejerce sus reflexiones filosóficas con la intención de hacer una apología de la religión y la doctrina cristiana, rescatar del escepticismo a los ateos y librepensadores, que a su parecer, son el producto de las ideas materialistas y racionalistas que los demás filósofos proponían. Así, Berkeley retoma el empirismo y lo lleva hacia unas consecuencias radicales, distintas a la de los otros pensadores occidentales de su tiempo, inesperadas por los precursores de dicha doctrina.
La descripción del mundo que nos ofrece Berkeley, es la de un mundo enteramente espiritual, insubstancial, vaciado de toda solidez y firmeza real. Al no existir un mundo concreto externo al espíritu, lo único que podemos conocer son las ideas, signos lingüísticos con los cuales Dios se comunica con nosotros. Por esto, en mi opinión, la visión que nos propone Berkeley, es la de un mundo literario, cuyo componente fundamental ya no es la materia, sino que solamente existe el espíritu, aquella substancia cuya esencia es percibir. Lo que el espíritu percibe es un mundo de imágenes, de signos, de ideas. Dichas ideas poseen una gramática interna, una coherencia narrativa que permite leer el mundo como si fuera un texto, un mundo inmaterial y en consecuencia, lingüístico. Habitamos dentro de un , un gigantesco libro de la realidad, que solamente existe cuando alguien lo lee, cuando es percibido por algún espíritu. Vamos a ver primero como es que Berkeley llega a exponer y construir mediante sus argumentos dicho universo narrativo.
1.- El inmaterialismo fantasmagórico.
Para Berkeley, lo único que podemos conocer son ideas. Las ideas son el objeto de conocimiento del entendimiento humano, y pueden ser: “ideas actualmente impresas en los sentidos, o ideas percibidas atendiendo a las pasiones y operaciones del espíritu, o finalmente, ideas formadas con ayuda de la memoria y la imaginación, ya sea componiendo, dividiendo o meramente representando aquellas percibidas originariamente en los modos mencionados.”[1] Es decir, que todo lo que percibimos se imprime como una imagen en la mente y es esta imagen, esta idea, la que conocemos por medio de nuestros sentidos, o nuestra imaginación, mas no podemos estar seguros de una existencia real fuera de nuestra mente, pues las mismas sensaciones son ideas. Si las ideas están dentro de nuestra mente, no podemos asegurar la presencia de objetos fuera de su percepción, y entonces no podemos afirmar la materia. Ya que cada experiencia personal, cada idea que penetra en nuestra mente es particular, concreta, única e inigualable, por lo que no podemos hacer abstracción, ni generalidad de las cosas, y el concepto de “Materia” es solamente una generalización, una deducción abstracta que derivamos de las experiencias particulares. La de Berkeley es una postura nominalista, que no cree en los universales, tales como la existencia, el mundo exterior, el tiempo, el espacio, la unidad, el ser y el movimiento, pues dichos conceptos universales son mera abstracción, ideas dentro de la mente, y eso desarticula la lógica aristotélica, pues ella trabaja con abstracciones. La lógica es el esfuerzo por ordenar el mundo y organizar la experiencia de manera arbitraria, el esfuerzo por pensarlo, no es posible sin la abstracción, sin ese olvido de las diferencias y las particularidades, para poder construir una generalidad. Pues lo único que podemos conocer son las ideas particulares y concretas, ninguna realidad abstracta, como la materia y la extensión.
La solidez del mundo parece desvanecerse, pues lo único que experimentamos son las ideas. La mente que percibe es, por lo tanto, también de naturaleza incorpórea, sin solidez. Y en consecuencia, tan solo permanece el espíritu como fundamento ontológico de la realidad, y lo que conoce es una realidad enteramente particular, sin esencias y a esto se sigue que el universo entero es vacío, un abismo infinito en el cual solo existen imágenes, percepciones de una substancia inmaterial e incorpórea, fantasmagórica. De igual manera, sin esencias, no puede si quiera formarse un concepto sólido y firme como el suelo, el espacio, el cuerpo, etc. Así, ni el tiempo ni el espacio, son reales, pues tan solo son ideas abstractas en nuestra mente y lo que nosotros llamamos “Movimiento” no es más que una ilusión, pues el espíritu no se desplaza de un lugar a otro, simplemente modifica su percepción de las ideas actualmente impresas en su mente. De la misma manera, el tiempo no es más que la sucesión constante de ideas que aparecen en la percepción del espíritu, es decir, los signos lingüísticos que acontecen en la conciencia del sujeto.
2.- La Percepción y las Ideas
Así, si no existe la materia, y la única realidad es el espíritu, que es el sujeto que percibe y de igual manera podemos llamarle Mente, Alma o “Psyche” osease, el YO que conoce las ideas y que opera sobre ellas en completa libertad, pues la naturaleza del espíritu es la actividad, frente a la pasividad de las ideas. Las ideas no pueden existir fuera de una mente, por lo que dependen de que un sujeto las perciba, y como solo existe la mente, es ella misma la causa de las ideas, de ella emanan y existen solamente mientras sean sostenidas por la percepción de algún espíritu. He aquí el postulado más importante de Berkeley: “Esse es Percipi”[2] o sea: , pues todo lo que existe, existe dentro de alguna mente que percibe. Las Ideas son pasivas e inactivas, su esencia es ser percibidas, por lo que no pueden ser causa de nada. Así, no existe tal ley de causa y efecto, que también es una abstracción y más bien percibimos una sucesión de ideas. Hay dos clases de ideas:
a) Las Ideas de la Imaginación: Estas son producidas por la voluntad del hombre y surgen a raíz de la memoria o las voliciones del espíritu. El espíritu puede provocar la aparición de Ideas dentro de su percepción por medio de la fantasía, las invoca a su antojo y de la misma manera las deshace. Pero por ser el hombre un ser imperfecto y limitado, de igual manera son las Ideas que este provoca, es decir, son débiles, inestables y hasta incoherentes. Pero también existen otra clase de ideas que no son provocadas por el hombre.
b) Las Ideas de Sensación: Estas son Ideas que no dependen de la voluntad del espíritu humano, y son mucho más perfectas, fuertes y estables que las ideas provocadas por el hombre. Son percibidas por los sentidos y captadas por el entendimiento y puesto que las Ideas, por su condición pasiva no pueden ser causa de otras Ideas, entonces de ello Berkeley deduce que solo pueden ser provocadas por un espíritu superior y perfecto. Por supuesto, al ser Berkeley un religioso, identifica este espíritu supremo y absoluto con Dios.
George Berkeley separa entonces dos grados de realidad y nos dice que lo que percibimos bajo la imaginación, es una realidad concreta, pero es tan débil e inferior, que las ideas provocadas por el hombre terminan disolviéndose en la nada. Por otra parte, lo que llamamos “Mundo Material” no es realmente tal, sino que son Ideas que Dios imprime en nuestra mente, y estas no se disuelven cuando no hay sujetos que las perciban, sino que permanecen existiendo debido a que Dios continua percibiéndolas. “Las ideas impresas en los sentidos por el Autor de la naturaleza se llaman ; y aquellas que aparecen en la imaginación, por ser menos vividas, regulares y constantes, son llamadas con más propiedad o de las cosas que ellas copian o representan.”[3] Así, toda la naturaleza e incluso nosotros mismos, somos productos de una voluntad superior e infinita que Berkeley identifica con Dios, el autor absoluto de nuestra existencia, el escritor del libro del universo, que nos crea y nos sostiene con su omnipotente lectura y su infinita percepción.
3.- Las Reglas Gramaticales del Gran Narrador
De esta manera, Berkeley evita caer en un solipsismo en donde solo existe un espíritu que crea enteramente su realidad, pues al dejar de percibir una Idea, esta no necesariamente deja de existir, ya que puede que algún otro espíritu siga sosteniendo su existencia mediante su propia percepción. Y como Dios es el espíritu absoluto, omnipresente y omnisciente que sostiene todas las ideas y a todos los espíritus dentro de su percepción, es el mismo quien provoca las ideas de sensación en el espíritu humano. Berkeley nos dice que Dios es uno, eterno, perfecto y absolutamente libre. La sucesión y el orden de aparición de las ideas provocadas por Dios, es lo que los filósofos llaman las “Leyes de la Naturaleza”, son por así decirlo, la , el orden que se nos muestra constante y coherente, es producto de la voluntad de dicho espíritu absoluto, como una mente ordenadora de la realidad, misma que se encuentra creando (o narrando) las Ideas y sostiene la existencia de todos los seres. Pero Dios no se ve limitado o restringido por las mismas reglas de su propia creación, sino que también tendría la capacidad de modificar su propio orden e intervenir de una manera fuera del curso ordinario de las cosas, es decir, puede reescribir por completo las reglas y los sucesos, y tales modificaciones serían los llamados “Milagros”. Si Dios lo desease, podría borrar por completo nuestra existencia, y la del universo entero, re-escribir la historia y modificar el cuento.
Pero Dios no suele interferir con las reglas que el mismo ha establecido, pues más bien sostiene un orden constante y concatenado debido a su , pues a través de dicha secuencia, Dios se comunica con nosotros. “la conexión de las ideas no implica la relación de causa a efecto, sino solo de una marca o con la cosa significada. El fuego que veo no es la causa del dolor que sufro al aproximarme a él, sino el signo que me lo advierte.”[4] Podemos ahora afirmar que el mundo no es una realidad sólida y concreta, sino más bien una narrativa, un texto en el cual Dios nos ha insertado para la lectura del mismo y mediante las reglas gramaticales, la con la cual escribe el tejido textual del mundo y comunica su Palabra, dándose a conocer como el del universo. No existen leyes universales, sino combinaciones gramaticales de signos, ideas que se suceden la una a la otra en una secuencia coherente debido a que es una especie de lenguaje, de texto capaz de ser leído e interpretado. “La razón por la cual las ideas están ordenadas como las maquinas, es decir, en combinación regular y artificial, es la misma por la cual se combinan las letras para constituirse las palabras. Para que pocas ideas originales puedan significar un gran número de efectos y acciones, es necesario que se las combine en formas diversas, y para que su uso sea permanente y universal esas combinaciones deben ser hechas de acuerdo a (…) la ocupación del filósofo de la naturaleza debe ser buscar y esforzarse por entender ese del Autor de la naturaleza”[5] Algo muy similar piensan los místicos judíos con el estudio de la Kabbalah, pues consideran las letras hebreas como los moldes con los cuales Dios crea el universo entero. La combinación de las distintas letras (o signos visuales y sensoriales) genera sentido y realidad. De esto podemos deducir que lo que nuestra percepción capta, son letras, signos y que la sucesión de experiencias y de signos que acontecen en nuestra percepción, son un párrafo del gran texto en el que habitamos, un capítulo de nuestra propia historia, narrada por un ser superior. Pero este no es un texto muerto y frio, sino que es un texto vivo y presente, una narración constante que nos relata el Gran Narrador.
4.-El Universo-Cuento y las Lecturas Personalizadas.
Podemos ahora entender de manera más completa la cosmovisión que nos propone Berkeley. Él nos propone una visión del mundo como texto, pues las ideas percibidas, son los signos con los cuales Dios se comunica con nosotros. La naturaleza de la realidad es entonces un constructo del lenguaje divino, y en consecuencia, el universo es literatura. Y como cada experiencia es particular, única y originaria de cada espíritu, entonces el habitar en el mundo es darle una lectura distinta alrededor de la eternidad, pues el espíritu es inmortal y la aparente linealidad del tiempo es solo una ficción útil para recorrer una lectura personalizada del Universo-Cuento, darle un sentido único y particular. Pero ¿De qué se trata el cuento? ¿Qué sentido tiene? ¿Cuáles son las implicaciones de existir dentro de un mundo de ficciones?
Al quitarle sustancialidad y lógica al universo, lo que nos queda es un paradigma estético-narrativo, en donde la rigurosidad científica es más bien un estorbo y una empresa que aunque es útil para el confort humano, lo desvía del verdadero propósito, la causa final de todo lo existente. Lo que Berkeley nos propone, es un sentido de la vida menos pragmático y más estético, recreativo y lúdico, enfocar la vida hacia las actividades que alimenten el alma de júbilo y que permitan el reconocimiento y adoración del autor del cuento en el que habitamos. “Al recorrer el libro de la naturaleza creo que estaría por debajo de la dignidad de la mente el pretender exactitud, reduciendo cada fenómeno particular a reglas generales, o mostrando como se desprende de ellas. Debemos proponernos fines más nobles, tales como recrear y exaltar el espíritu con el espectáculo de la belleza, orden, extensión y variedad de las cosas naturales (…) ampliar nuestras nociones acerca de la grandeza, sabiduría y beneficencia del Creador. (…) hacer hasta donde podamos que las diversas partes de la creación sirvan a los fines para los cuales fueron designados, es decir, para la gloria de Dios y para el sustento y comodidad nuestros y de nuestros semejantes.”[6]
Siendo Berkeley un obispo, aunque toda su reflexión filosófica sea desarrollada por medios empíricos y racionales, no puede dejar de un lado su Fe en la revelación, en un Dios providente que se comunica con su creación y los guía en el sentido de la historia, les da la pauta a seguir con respecto al bien y el mal y por lo tanto se inserta la ética como una de las reglas de la narración. De esa manera asegura a un Dios trascendente y personal como fundamento ontológico de todo su universo literario, es el Escritor, el Autor de la narrativa, que permite que cada espíritu recorra el eterno Universo-Cuento a su antojo, en una narración personal y única, adentrándose en la ficticia linealidad espacio-temporal tan solo como una modalidad del texto en la cual existe una comunicación, un dialogo entre el creador y la criatura, el escritor y sus personajes.
5.- Indagaciones Lúdicas de la ficción
Pero el Universo-Cuento se restringe por las reglas del Autor, por la ética, que se fundamenta finalmente en un argumento no racional, sino en la fe. Esto, a mi parecer se contradice con los mismos preceptos que Berkeley expone al negar los universales. Habría una incoherencia entre los argumentos racionales nominalistas y su fundamento ontológico basado en la fe. Claro que Berkeley nos podría contestar con un , y con esto salvaría toda su doctrina, eludiéndola de los terrenos de la razón y la filosofía, trasladándola al plano de la teología, pero tan solo por el gusto irresistible de poner a prueba su doctrina bajo los designios de la razón, la llevare hasta sus últimas consecuencias, eliminando el argumento de fe.
Podemos recordar que Berkeley elimina las esencias y los universales, pues son solo palabras y abstracciones que solo contienen realidad dentro del lenguaje humano y no existen fuera del ser pensante. Así mismo, podríamos pensar que el Dios trascendente es tan solo una abstracción, una idea dentro de la mente de un espíritu que la percibe. Puesto que solamente conocemos las ideas particulares y concretas, no podemos asegurar la existencia real de un Dios exterior. Por ello, el plano de lo trascendente se derribaría y no quedaría más que asumir que el principio ontológico que anima al Universo-Cuento, es inmanente. Y estando Dios dentro del mundo, los espíritus individuales son extensiones del mismo ser. El texto, entonces sería un texto co-creado por la infinidad de espíritus que por medio del lenguaje y el consenso ordenarían la realidad de las ideas. Ya Spinoza había llegado a un inmanentismo panteísta partiendo desde la razón, pero a diferencia de Spinoza, Berkeley agrega el elemento inmaterialista y nominalista, con lo cual modifica radicalmente la concepción del universo. En este caso, la ética cristiana, fundada en una revelación de un ser trascendente, ya no cabría como reguladora del comportamiento, pues desde un universo inmanentista, no existirían tales reglas del bien y del mal. Volvemos al punto en donde la realidad queda relegada bajo un paradigma estético-narrativo, pues en un mundo de ficción no habría necesidad de regular el comportamiento y toda clase de sentidos de vida podrían emerger, puesto que no existen las esencias, que dan un orden y generalidad universal, y en cambio nos quedamos con la pura experiencia particular y pluralista, donde cada paraje de nuestra existencia es único, personal e intransferible. Así, nos remitiríamos a un mundo capaz de crear experiencias fantásticas, pues los milagros caben dentro de la posibilidad de narrativa, y nuestra historia personal sería una co-creación de cada espíritu individual, en conjunto con el gran autor del universo-cuento.
Conclusiones:
El fantástico universo literario de Berkeley, es sin duda una curiosidad extravagante para la filosofía occidental, que está acostumbrada desde el inicio de los tiempos a la idea de la presencia real y firme de la materia. Ya es una costumbre y un habito de nuestra mente el concebir a la realidad como una sustancia firme y absoluta, tangible y concreta, rara vez nos atrevemos a cuestionarnos sobre la posibilidad de un mundo contrario a nuestras creencias milenarias. Pero en Oriente, el devenir histórico ha sido completamente diferente, especialmente en la India, en donde las especulaciones y reflexiones de la mente se han dirigido siempre sobre un paradigma enteramente idealista y religioso, incluso místico, misma cosmovisión que han sostenido por milenios y han confrontado las consecuencias de dicho pensamiento. Esto es, hasta que fueron invadidos por los ingles alrededor del 1820, adquiriendo e importando el pensamiento filosófico occidental, junto con sus prácticas mercantilistas y una organización social por medio de clases sociales, en vez de castas. Antes de esto, la tradición espiritualista e idealista de la India, llevaron a la segunda figura más importante (después de Gautama Buddha) del budismo mahayanna, el filósofo Nargarjuna, a negar por completo la realidad del universo, asumiendo que lo único real era la vacuidad de todas las cosas. Por supuesto, Nagarjuna entendió las implicaciones de dichas reflexiones, pues las consecuencias de un universo inmaterial y construido por el lenguaje, es un universo de ficción. Berkeley no pudo llegar hasta dicha reflexión, debido a su fe en la doctrina cristiana, al menos no lo llega a concebir bajo los mismos términos, pero el universo narrativo, la realidad como un texto, son consecuencias innegables de su cosmovisión.